Este es un blog donde encontraréis cositas varias que ni yo mismo sé que voy a poner, sólo espero que disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo

lunes, 31 de agosto de 2009

Habemus Papam VII


El mundo entero quedó conmocionado con la muerte del Papa. Un medio de comunicación italiano escribía así:

Esta noche, mientras dormía plácidamente en su habitación del Palacio Vaticano, Emmanuel Jáuregui, el Papa Gregorio XVII ha muerto debido a un cáncer de páncreas que sufría desde hace años. No había hecho pública su enfermedad porque consideraba que era enviada de Dios y por tanto nada podría hacer por evitar su desarrollo.
Parece ser que el difunto Santo Padre debió encontrarse mal momentos antes de morir, pues, de su puño y letra, se ha encontrado una nota en su mesilla de noche en la que escribió lo siguiente: «Sé que esta noche voy a morir. Dios me mandó una enfermedad y él ha querido acabar con mi vida. Nada ni nadie tiene derecho a parar el poder de Dios, por eso nunca quise recibir tratamiento. Como última voluntad quisiera que todos estos decretos que he lanzado en mis pocos días de pontificado, sean anulados y que nunca lleguen a entrar en vigor. En mis últimas horas de vida, he recapacitado y me he dado cuenta de que Dios no quería esos cambios, así me lo ha dicho. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén »
Hoy darán comienzo los finerales, una vez se procesa en embalsamamiento del cuerpo del Santo Padre Gregorio XVII.




5 de diciembre del año del Señor. Plaza de San Pedro del Vaticano. Se abren las cortinas y el silencio se hace en toda la plaza. Suenan las ansiadas palabras:
«Fratelli e sorelle carissimi! ¡Queridísimos hermanos y hermanas! Biens chers frères et sœurs! Liebe Brüder und Schwestern! Dear brothers and sisters! Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam! Emminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Ulstano, sanctæ romanæ Ecclesiæ cardinalem Capalozza, qui sibi nomen imposuit Gregori decimi octavi»


domingo, 30 de agosto de 2009

Habemus Papam VI


18 de noviembre del año del Señor. Puerta de la Sede Central del P.C.U. Llega un coche negro lujoso hasta la puerta. Toda la directiva está en la puerta de la sede. Sale del coche su Santidad el Papa Gregorio XVII acompañado de algunos miembros de la guardia suiza. Multitud de periodistas, que estaban en el Vaticano a merced de los decretos del Papa, esperaban en la Puerta e hicieron miles de fotos y lanzaron miles de preguntas que el Papa no se aventuró nunca a responder. Otro frente a la puerta era el de una multitud de fieles de dos tipos: Los que no seguían las ideas del nuevo pontífice y los que no, que igualmente gritaban a la salida del mismo del coche.
El Papa salió del coche, procedió a saludar a los miembros de la junta directiva del Partido y juntos procedieron al interior de la sede.

Al llegar al interior de la sala de reuniones, los dirigentes del partido político entraron antes que el sumo pontífice. Al hacer éste acto de presencia en la sala de reuniones. Una legión de militares y miembros de su santo cuerpo de seguridad lo rodearon. Miles de fusiles lo apuntaban. Por donde quiera que mirara no veía más que cañones que amenazaban su vida. El Papa, preso del terror, dicho con voz temblorosa:

– ¿Ésto qué es? ¿Qué pasa?
– ¿Qué pasa? – repitió con tono irónico Flavio Di Iuorio. Mientras sostenía en sus manos los decretos del Santo Padre. Miró uno a uno y dijo – Pues… decreto sobre los medios anticonceptivos, decreto sobre la homosexualidad, decreto sobre los sacerdotes, decreto sobre el aborto y decreto sobre el celibato. Ésto pasa.
– Hace más de veinte años que se fundó este partido y se hizo para que los ideales que defendía la Iglesia Católica tuvieran repercusión en la sociedad política, – dijo Capalozza – pero usted con sus nuevas ideas puede poner en peligro el trabajo de gente como yo, que hemos conseguido levantar desde los cimientos uno de los partidos más importantes a nivel europeo.
– Yo solamente creo que la Iglesia Católica debe salir de un parón en el que lleva metida muchos años. – Se defendió Emmanuel Jáuregui – Cada vez tenemos menos fieles, menos sacerdotes. Quizás con esta idea pudiéramos conseguir mayor número de fieles.
– No sé si sabe usted lo cerca que está de la muerte. – Amenazó Di Iuorio – No le conviene llevarnos la contraria. Lo sabía cuando aceptó el puesto.
– No creí que fuerais tan poderosos – Dijo asustado y en voz baja el Papa.
– Nuestro poder va más allá del poder de Dios. – Sentenció con carácter firme y soberbio el presidente honorario, don Ulstano Capalozza – Dios no existe, es sólo una excusa para ganar dinero, para captar gente inestable de ánimo para enriquecernos. Ha sido así desde el principio de los tiempos. Usted no vendrá a cambiarlo.
– Estoy harto de verle la cara a un gilipollas que cree ser un enviado de Dios. – Grito enfadado Di Iuorio – Dios sólo mandó a un enviado y por treinta monedas lo mataron y lo traicionaron. Su secretario y nuestro jefe de seguridad también nos lo han vendido a nosotros por treinta, treinta billetes de quinientos euros cada uno, un precio demasiado bajo para su vida. Usted tiene en su mano su vida. Le ofrecemos un trato. Si quiere vivir, dé marcha atrás con los decretos y acepte las ideologías tradicionales. De lo contrario, morirá con sus ideologías.
– No cambiaré mi manera de pensar, ni la forma que creo que tiene que tomar la Iglesia. Dios no sois vosotros, no me podéis decir qué tengo que hacer, ni en qué tengo que creer.
– Usted ha hablado. Señores – dijo Di Iuorio dirigiéndose a todos aquellos que apuntaban al Papa con sus fusiles – no quiero disparos ni en cabeza ni en brazos, sólo el tronco, la cabeza y los brazos se ven en el funeral. – Se giró y miró fijamente al Papa a los ojos y le dijo con la sangre fría – Di tus últimas palabras.
– Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad…
– Disparen – Gritó Di Iuorio.

El tronar de cuarenta fusiles sonó en aquella sala, pero en ella quedó apresado pues la insonorización apresaba en su cárcel de muerte a aquellas balas que atravesaban en cuerpo de Emmanuel Jáuregui. El cuerpo cayó desplomado, dejando ríos de sangre fluir por multitud de túneles que las balas habían abierto en su cuerpo. Yacía en una alfombra de terciopelo roja, esa que su propio cuerpo había hilvanado con cada rugido de la fiera con gatillo que había acabado con el último suspiro de un hombre cuya última misión fue hilvanar su propia alfombra de sangre.

Con el cuerpo tendido en el suelo de aquella sala, los miembros de la junta directiva se miraron y esbozaron sonrisas tan crueles y malévolas como sus propios planes, que acababan de llevarse a cabo.

– Bien, y ahora, ¿Cómo saldrá de aquí? – preguntó Sismondi.
– Lo tenemos todo planeado. Traerán el coche a nuestras dependencias, meteremos el cuerpo en el maletero y en el asiento estará un doble que hemos encontrado del Papa. Nadie sospechará nada, porque saldrá a gran velocidad hasta el Vaticano. Una vez allí, haremos pública la muerte del Papa a causa de un cáncer de páncreas que lo azotaba desde hacía años, pero que, por motivos personales, nunca declaró que tenía. Todo está planeado.
– Perfecto. – Dijo con una sonrisa de felicidad Sismondi – Pues entonces elijamos traje para el funeral.

sábado, 29 de agosto de 2009

Habemus Papam V


Despacho de su Santidad el Papa Gregorio XVII. Llaman a la puerta y entra en él el secretario personal de su Santidad:

– Su Santidad, perdone que le moleste, sé que han terminado sus visitas de hoy pero hay aquí un hombre al que creo que debe escuchar.
– ¿Quién es? – Preguntó el Papa – Si es cuestión de vida o muerte, pues que pase.
– Me temo que sí es cuestión de vida o muerte. Es Sergio Donggilio, jefe de seguridad del Partido Católico Ultraconservador.
– Hágalo pasar.

Entró en el despacho Sergio Donggilio serio y con paso firme. Tras pedir permiso y besar la mano del Papa se sentó frente a él en una ricamente ornamentada silla.

– Usted dirá, don…
– Donggilio, mi nombre es Sergio Donggilio, su Santidad.
– Eso, Donggilio, proceda a decirme eso tan importante.
– Verá usted, planean asesinarlo.
– ¿Quién? – El rostro del Santo Padre palideció de golpe y aún se hacía más blanco. Casi ni se distinguía de su manto. Con la voz quebrada y temblona consiguió emitir algunas palabras – ¿Quién dices que quiere asesinarme?
– El Partido Católico Ultraconservador. Sus decretos, esos que usted promulga, no hacen más que ir contra la rancia y anticuada ideología de este partido, y la que caracterizaba a esta Santa Iglesia antes de que usted llegara. Por ello quieren eliminarlo. Es muy probable que el avión que usted coja hacia España nunca llegue a su destino.
– No puedo creerlo – Emmanuel Jáuregui, pálido como la luz divina, estaba serio y no podía hacer más que pensar con los ojos bien abiertos – Yo sólo quiero darle a esta Iglesia, a mi Iglesia lo que creo que estaba pidiendo a gritos. Esos ideales que defienden son de otra época, ni siquiera son suyos, son los que se han ido trasmitiendo de Papa en Papa, de pontificado en pontificado. Si son tan católicos como dicen ¿Tan difícil es cambiar esos ideales?
– Su Santidad, esos ideales han permitido hacer mucho dinero, han permitido crear mucho poder y eso es más válido que cualquier ideal. Sus decretos hacen ver la boca al lobo, con lo cual su dinero, su poder, el imperio que se ha fraguado con los años, se viene a pique.
– Oiga – Dijo con tono serio el Papa – ¿Si usted trabaja para ellos por qué les delata? No es lógico.
– Yo creo como usted en una modernización de la Iglesia. Por eso no puedo dejar que acaben con esa figura que significa tanto para el mundo católico.
– Pasado mañana tengo una reunión con ellos en su sede central. ¿Corro algún tipo de peligro?
– No, ninguno – se apresuró a decir Donggilio – ahí todo serán alabanzas hacia usted. No debe usted sospechar. Pero tampoco deben sospechar ellos que usted lo sabe todo. Me matarían.
– Descuide, si hice creer a un cónclave que era el apropiado para ser el nuevo Papa puedo hacer creer a este grupo de arcaicos que no sé absolutamente nada.



A la mañana siguiente, el papa se dispuso a promulgar su tercer decreto. Como no estaba seguro de la veracidad de las palabras de Donggilio que le aseguraban que en esa reunión prevista para el día siguiente no pasaría nada, decidió promulgar varios decretos:


Decreto número 3
Los sacerdotes

Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, los sacerdotes no son más que personas encargadas de promulgar la palabra de Dios, y, por lo tanto, no existe razón alguna para que sola y exclusivamente sean hombres los que ejerzan esta labor. La mujer no es un ser inferior, es un ser creado por el Divino Pastor y como tal es digno de alabanza. Las mujeres podrán ejercer el sacerdocio con los mismos derechos con que contaban los hombres hasta la fecha. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
17de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII


Decreto número 4
El aborto

Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, abortar no será considerado delito, ya que un ser recién concebido aún no ha adquirido el nivel de ser humano. El aborto será válido siempre y cuando no se realice más allá del primer mes de gestación. Si se hace más allá del mismo será un delito, pues atentará contra la vida. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.

17 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII


Decreto número 5
El celibato

Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que los sacerdotes no deben guardar el celibato. No tienen, por tanto, que hacer el voto de castidad. Los sacerdotes son meros portadores de la palabra de Dios. El celibato y la castidad no serán motivo de impedimento a la hora de difundir la palabra de Dios. El voto de castidad y el celibato absoluto será para aquellos que elijan poner su vida al servicio total del Señor, es decir, Monjes, monjas y Papa. Si un cardenal que accede a Papa tiene una pareja, la Iglesia Católica concederá la nulidad inmediata a dicho matrimonio, con lo cual, el Papa cumpliría su labor totalmente fiel al voto que debe jurar en el momento de su proclamación, el de castidad. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.

17 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII




viernes, 28 de agosto de 2009

Habemus Papam IV


Era el 16 de noviembre y Emmanuel Jáuregui se sentó y escribió el segundo decreto de su real papado:

Decreto número 2
La homosexualidad

Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, dentro de veintinueve días, los homosexuales serán considerados hijos de Dios y como tal tienen derecho a ejercer el Santo Sacramento del Matrimonio. La homosexualidad no es un enemigo a vencer. Los homosexuales no son enfermos, son personas que, simplemente, tienen una orientación sexual distinta de la tradicionalmente impuesta. A partir de veintinueve días podrán casarse, aunque no podrán adoptar niños ante la imposibilidad de la concepción entre miembros de un mismo sexo. Todos somos iguales a los ojos de Dios.

16 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII




Sede del P.C.U. Reunión de urgencia que era ya casi una costumbre costumbre. El enfado se apoderaba de todos ellos con la rapidez con la que el Papa lanzaba sus decretos:

– No puedo tolerarlo – gritó Mauricio Sismondi – esto ya está pasando de castaño oscuro.
– Calma, compañeros – sugirió Ulstano Capalozza – sólo debemos buscar una forma de acabar con él.
– Tiene razón el señor Capalozza – dijo el presidente – hay que acabar con él. No debemos dejarlo más tiempo. Pero hay que hacerlo bien, no debemos levantar sospechas. La sociedad se hace eco y nuestro partido pierde seguidores porque prefieren seguir aun Papa, a uno que se supone elegido por Dios, que a nosotros.
– Sugiero una muerte tranquila, mientras duerme, una cosa que parezca muerte natural – aportó Sismondi con maldad en los ojos – Salió bien una vez, no tiene porque pasar lo contrario esta.
– No, tiene que ser algo nuevo – propuso Di Iuorio – podrían cogernos. Tenemos que pensar. Hablaré con nuestro sistema de seguridad para ver qué nos proponen y cada uno que reflexione una manera de acabar con esta oleada de progreso. Mañana aquí a la misma hora.




Sede del P.C.U. Despacho del presidente Don Flavio Di Iuorio. Está sentado en un escritorio muy amplio y al otro lado de la mesa, en una modesta silla, que contrastaba con lo cuidado de su sillón, estaba sentado Sergio Donggilio, el jefe de seguridad del Partido católico ultraconservador:

– Señor Donggilio, – dijo Di Iuorio – le he llamado en nombre del consejo general de este partido al que ambos pertenecemos. Usted estará al corriente de los decretos que su Santidad Gregorio XVII está promulgando.
– Así es, – aseguró Donggilio – algo así no pasa desapercibido para nadie, sea o no católico.
– Y como afiliado a nuestro partido sabe perfectamente los ideales que defendemos, ¿no es así?
– Así es.
– Pues verá, Señor Donggilio, somos un partido político que tiene ya cierto territorio en su poder. Hasta ahora, aquel creyente de la Iglesia Católica seguía fielmente nuestros pasos, porque eran los pasos que seguía la Iglesia. Pero al cambiar ese rumbo, de manos de este querido Papa, podemos perder muchas tierras, por tanto, adeptos, por tanto dinero. Creo que tenemos que tomar el mando del timón y devolver el Barco Católico a nuestras aguas.
– ¿Me sugiere usted matar al Papa? – Preguntó interesado Donggilio – Hace sólo cuatro días que lo proclamaron como tal.
– Así es, pero en cuatro días ha hecho evolucionar a la Iglesia más que en toda su historia. Si seguimos así, nos hundirá.
– Entiendo… – dijo pensativo Donggilio – Dentro de poco tendrá lugar una visita a España. ¿Qué tal un accidente de avión?
– No, no nos conviene cuestionar la seguridad del Vaticano. – Durante un momento calló y pensó. Finalmente propuso – Aunque podremos hablar con los directivos de nuestro partido en España. Han obtenido grandes resultados electorales actualmente y tengo entendido que se van a reunir con el Santo Padre. Podemos hacer que le convenzan.
– No creo que puedan, dicen los que le conocen, que el Papita es muy terco. No dará su brazo a torcer tan fácilmente.
– Entonces ¿Alguna idea?
– Podríamos recurrir a los etarras. – Sugirió Donggilio.
– Tienes razón. – Dijo sonriente Di Iuorio – Desde hace un par de años nos deben un favor. Cuando su banda estaba a punto de caer y les dimos cobijo en nuestro país para que siguieran con su actividad desde aquí, a cambio de futuros favores. Llegó la hora de saldar las cuentas. ¿Qué tal un atentado?
– No es recomendable, señor. Los servicios de seguridad del Vaticano y de España tendrán todo calculado para proteger al Papa en todo momento, con lo cual un paso en falso y podrían coger a los etarras y no tendrían reparos en delatarnos.
– Es cierto, perderíamos más de lo que ganaríamos. – Pensó durante un momento y dijo – Bueno, dejo en su mano como aniquilar a su Santidad, pero que sea cuanto antes. Antes de que sea demasiado tarde.


jueves, 27 de agosto de 2009

Habemus Papam III


El Papa se sentó en su escritorio y escribió en un papel con el sello del Vaticano:

Decreto número 1
Los medios anticonceptivos

Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, dentro de treinta días, será válido el uso de los medios anticonceptivos. El fin del acto sexual es la procreación, pero es también una manifestación de amor y Dios dijo: “amaos los unos a los otros”. El sexo es una muestra física de amor. Sin amor no se entiende el sexo. Ya que el amor se debe expresar, hay que hacerlo de manera segura. La procreación se llevará a cabo cuando la pareja quiera, pero no es el fin único del acto sexual. Si la iglesia prohíbe el uso de medios anticonceptivos incita a una relación sexual sin ellos que puede desembocar en embarazos no deseados (y traer un hijo al mundo en una situación no propicia para ello es peor que evitar el sufrimiento), o bien desembocaría en una enfermedad que podría desencadenar la muerte. Por lo tanto nos convertiríamos en asesinos. Y la muerte sólo debe venir de la mano de Dios.
15 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII



Sede del P.C.U. Todos los miembros reunidos en torno a la mesa para tratar el primer decreto del Papa:

– Hay que cortarle las alas a este hombre – dijo en tono elevado y con amplia muestra de enfado en su gesto el vicepresidente– no podemos dejar que esto siga así.
– No, hay que esperar, ha dicho que este decreto será válido en treinta días, hasta entonces debemos aguardar para ver qué otras sorpresas nos da. – Ulstano Capalozza ordenó –
– Tiene razón el señor Capalozza, debemos esperar. – dijo El presdente Di Iuorio– Estoy seguro de que seguirá con estos decretos. Hay que esperar y luego, antes de que llegue el día en el que sean válidos los decretos, el papa caerá con todo su imperio.
– Señores, no, hay que actuar ya. – afirmó Sismandi– La sociedad pide nuestra opinión sobre estas cuestiones, hay que pronunciarse.
– Habrá pues que lanzar un comunicado – sugirió Capalozza – ¿Qué podemos decir? ¿Se le ocurre algo, Señor Presidente?
– Por el momento creo que es mejor no pronunciarse. – sentenció Flavio Di Iuorio– Tenemos muchos asuntos entre manos. Hay que gobernar, luego ya entraremos en otros asuntos. Total, hasta dentro de treinta días estos decretos no nos afectarán, con lo cual hasta entonces tenemos para posicionarnos.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Habemus Papam II


Al día siguiente, muy temprano, Gregorio XVII estaba sentado en el escritorio de su habitación y escribía:

Justificar a ambos ladosCatólicos del mundo:

Soy el Papa Gregorio XVII y expongo aquí, en mi primer escrito oficial, las intenciones de mi pontificado. En primer lugar, he de aclarar que estoy aquí por imperativo divino, gracias a Dios y a su infinita sabiduría, que ha elegido a un hombre que traiga a ésta, su religión a los mundos del hombre. Durante muchos años hemos vivido a merced de hombres que, por imperativo de un cónclave, han sido elegidos Papas y, como tales, se han limitado a continuar con el legado ideológico que ha sido la fuente de pérdidas de fieles de la Santa Iglesia Católica durante siglos. Como jefe de la iglesia anuncio cambios y esos cambios cambiarán el mundo católico y el mundo profano. Ya no somos los inquisidores de tiempo atrás, somos hijos de Dios que seguimos su herencia, la herencia del Santo Padre. Si queréis a Dios, debéis seguirme a mí. Me despido dando gracias a Dios por hacerme elegir las palabras exactas.
Gregorio XVII.

Se abrió la puerta de la habitación y entró su secretario personal y hombre de entera confianza que le dijo:
– Buenos días, su santidad, ¿me llamaba?
– Sí, quiero que entregues este escrito para hacerlo público.
– El primer escrito de su Santidad Gregorio XVII, qué rápido.
– No puedo esperar más, hay que reaccionar cuanto antes.
– Enseguida toda la cristiandad estará al corriente de sus palabras.
– Eso espero.
– Si no necesita nada más, me retiro.
– Puede retirarse - El secretario salió de la habitación.



Sede del P.C.U (Partido Católico Ultraconservador), el comunicado del Papa acaba de ver la luz y el partido convoca una asamblea urgente para tratar el asunto. Toma la palabra el director del partido, el señor Flavio Di Iuorio:

– Señores, este comunicado es muy extraño. Creo que debemos tener cuidado con este Papa, parece que quiere modernizar la Iglesia. No debemos consentirlo.
– Propongo matarlo– dijo el vicepresidente, Maurizio Sismondi – Hemos obtenido excelentes resultados electorales y no podemos arriesgarnos a perder a esos votantes porque un Papa de pacotilla nos pisotee los ideales. Además, ¿qué pensarían nuestras sucursales en otros países donde son ya la oposición? No hay duda, hay que matarlo antes de que sea demasiado tarde.
– No, hay que esperar a ver hasta donde va a llegar – dijo el presidente honorario Ulstano Capalozza – tenemos que tener en cuenta que dependemos del Vaticano económicamente y una muerte ahora levantaría sospechas sobre nosotros. ¿No recordáis que durante varias semanas se dijo en la prensa que este partido asesinó al anterior Papa? Estamos en el punto de mira.
– La prensa siempre ha sido muy especuladora, y tenemos controlados a la mayoría de periódicos, – replicó el señor Di Iuorio – basta una llamada para que se desmientan todos los rumores.
– Además, todo el servicio del Vaticano está a nuestra merced, – aportó el señor Sismondi – ¿que muere el papa?, nosotros le decimos al forense que ha sido de un infarto repentino y punto.
– Yo digo que es mejor esperar y en su caso sobornar, como hicimos con el idiota de Juan Pablo IV – interrumpió Capalozza – ¿Os acordáis de ese que quería ordenar a las mujeres sacerdotes? Bien que se retractó cuando descubrimos sus escarceos sexuales con la presidenta del partido feminista.
– Lleva razón Capalozza, hay que ver por dónde va a tirar este Papita. – Dijo pensativo Di Iuorio – Debemos ver como se desarrollan los hechos, y una vez que le veamos la verdadera cara al señor Jáuregui, podemos actuar.


martes, 25 de agosto de 2009

Habemus Papam I

Bueno, hace un tiempo, mientras desayunaba ví un documental sobre el Papa actual, Benedicto XVI, y en él se hacía mención a sus ideales. Viendo ésto se se me ocurrió una historia pequeña. Voy a ir publicándola por partes. Espero que os guste:


«Fratelli e sorelle carissimi! ¡Queridísimos hermanos y hermanas! Biens chers frères et sœurs! Liebe Brüder und Schwestern! Dear brothers and sisters! Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam! Emminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Emmanuel, sanctæ romanæ Ecclesiæ cardinalem Jáuregui, qui sibi nomen imposuit Gregori decimi septimi»

Toda la plaza de San Pedro del Vaticano comenzó a aplaudir y gritar de júbilo ante un nuevo Papa, un nuevo jefe de la religión más poderosa del planeta, anunciado por el Cardenal. El anterior Papa, León XIV, había fallecido hacía un mes y durante esos treinta y un días, el mundo entero esperaba su sucesor, esa fumata blanca que traería un nuevo pastor al rebaño católico.
Se abrieron las cortinas y salió aquel nuevo hombre que abría un nuevo pontificado dentro de esta religión. Contra todo pronóstico, el Papa Gregorio XVII comenzó a hablar en su lengua materna:
«Queridos hermanos, hoy es un día grande, pues la Santa Iglesia Católica abre una nueva era con mi elección como Papa. Dios es amor, Dios es libertad, Dios es igualdad, y yo vengo a continuar con la predicación de la palabra de Dios. Alegraos porque su palabra está en mi boca, y mi boca en vuestros corazones cristianos»
Saludó a la multitud y entró en la Gran Basílica de San Pedro del Vaticano. Nada más entrar se dirigió a su secretario personal y le dijo:
– Acompáñeme a mi habitación, quisiera descansar, mañana comenzarán las emociones fuertes.
– Enseguida, su Santidad, desea algo más.
– No gracias, lo que necesite no tengo más que pedirlo.


viernes, 14 de agosto de 2009

La línea roja de la vida


Y esa la línea roja que atraviesa el horizonte
la que tiñe de colores el cielo de nueva noche,
la que da una pincelada en una negra pizarra,
la que araña una piel negra y sus uñas la desgarran.
Mirando al horizonte con los brazos en tierra
y la mirada en la mar, buscando rojas tinieblas.
Y andando y mirando, y mirando andando
y caminando descansando y a las aguas piropeando
mirando y rebuscando y caminando por las líneas
del horizonte rojo que yo ando buscando, mirando.
Rojo como la sangre, rojo como la vida
la vida es la sangre y por la sangre se olvida,
la sangre de la sangre es la sangre de la vida
y la vida es la sangre que condena las espinas
de la vida, del horizonte de la vida…
la línea roja de la vida.