Y allí estaba yo, solo en aquel escenario, frente a un teatro que se encendía y se apagaba con el calor de un público que a mi retina venía como van y vienen las olas a la orilla de la mar. No había nadie, ni nadie ponía freno a mis pensamientos, aquellos que de un pañuelo arrojado a mi lado, un pañuelo blanco y negro, lleno de contrastes y de contraposiciones que mueven el mundo, un pañuelo que tomó forma de tornado. Y como un tornado vinieron a mí todas aquellas personas que me observaban, todas aquellas historias sin final dispuestas a que yo las escriba, todas esas palabras que de mis manos saldrán dirigidas por la mente de mi corazón y quedarán fijadas en un texto, ¿será éste? Quizás no, porque este texto no es más que un tornado, el tornado de aquel escenario en el que las luces cambian y se empeñan una y otra vez en iluminar ese pañuelo del que brotan las ideas, ese tornado de viento inspirador, ese vacío de un escenario lleno por mi persona.
Foto: Teatro Principal de Zaragoza // http://www.artenetsgae.com/EmevWeb/ES/ES29010.HTM
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