Porque todo tiene una cara y una cruz. Una cara amable en la que nos divertimos y recreamos con nuestra amigos, con nuestra familia, con nuestro amor (el que lo tenga) con nuestra inspiración, y una cruz donde a martillazos nos han clavado sin poder escapar de sus astillas que se clavan en nuestra piel al igual que los clavos que nos sujetan a ella. Una cara tan triste y apenada que apenas esboza una mueca de sonrisa si no es porque se le acerca la muerte, y una cruz donde crucificar a los ladrones que nos roban la sonrisa todos los días.
Sea cara o sea cruz, todo tiene una sombra, un rastro a seguir que puede que con el camino se borre, pero siempre quedará en nosotros el recordar que un día hubo una cara con su cruz.
Todo tiene una cara y una cruz, por eso las monedas tienen su cara y su cruz porque en el fondo esa es la cara y la cruz de nuestra sociedad, la moneda, aquella con la que todo se compra y por la que todo se vende. Su sombra sí que permanece siempre dispuesta a nunca encenderse ni apagarse, siempre está, como la cara y la cruz de la vida.
Sea cara o sea cruz, todo tiene una sombra, un rastro a seguir que puede que con el camino se borre, pero siempre quedará en nosotros el recordar que un día hubo una cara con su cruz.
Todo tiene una cara y una cruz, por eso las monedas tienen su cara y su cruz porque en el fondo esa es la cara y la cruz de nuestra sociedad, la moneda, aquella con la que todo se compra y por la que todo se vende. Su sombra sí que permanece siempre dispuesta a nunca encenderse ni apagarse, siempre está, como la cara y la cruz de la vida.
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