Capítulo 4
“Seré breve, sé que usted es el culpable, pero tengo que preguntarle, es mi trabajo, ¿Usted mató a Manuel?” Preguntó el policía sentado justo en frente de David en una sala en la que la decoración brillaba por su ausencia. Sólo una mesa de madera y dos sillas viejas servían de mobiliario para la sala del interrogatorio. David agachó la cabeza mirándose sus manos entrelazadas y dijo en voz baja: “Sí pero no”. El policía se irritó y le preguntó gritándole con insistencia: “¿Cómo que sí pero no?, no entiendo, vamos a ver ¿lo mató o no lo mató?”. David respondió: “No lo maté, aunque mucho tiempo he estado acostándome con la idea de matarlo, deseaba su muerte. Pero no lo hice, yo no fui, se que Don Juan me ha acusado, pero yo no fui, yo estuve hablando con Sara, la novia de Manuel, cuando se produjo el crimen”. El policía volvió a preguntar: “¿Por qué quería usted matarlo? “Porque estoy enamorado de su novia, y me mataba la idea de que él fuera quien la besara, de que él la abrazara, de que a él le dijera te quiero. ¿No le parecen a usted razones para querer hacerlo?” Respondió David. “Mire tenemos que dejarle aquí, está acusado de asesinato, iremos a interrogar a más personas, pero hasta entonces, usted estará en prisión” sentenció el policía colocándose la chaqueta y saliendo de la sala. Antes de salir, David lo miró a los ojos y le dijo: “Soy inocente, está usted cometiendo un error”. El policía le contestó con otra mirada diciendo: “Ya veremos”. Cerró la puerta y un par de policías se llevaron a David de la sala.
Sara estaba sola en casa, sus padres habían salido a hacer la compra semanal. Todo estaba en silencio cuando de pronto llamaron a la puerta. Sara abrió y se encontró al policía. “Hola, ¿le puedo hacer unas preguntas?” dijo el policía. Sara contestó invitándolo a pasar con un gesto con la mano: “Sí, pase y pregunte”. Se sentaron en la sala, Sara en un sofá de estampados de flores de colores y el policía en un sillón rojo antiguo. El policía preguntó a la joven mientras apuntaba en su libreta la futura respuesta: “David nos ha dicho que estuvo hablando con usted a la hora del crimen, si lo corrobora saldrá en libertad”. Sara respondió: “No sé si ha sido David, sólo sé que a la hora del asesinato él se ausentó durante unos minutos y volvió, luego llegó la policía. Lo que hizo en el tiempo en el que estuvo ausente no lo sé, pero quiero creer que no fue quien lo mató”. “O sea, que crees que lo mató” Dijo el policía. “No lo sé, sólo se que David está enamorado de mí y que le producía dolor ver a Manuel, quizás los celos y el dolor lo llevaran a matarlo, pero…” Sara paró un momento y rompió a llorar “No sé, quiero creer que de tanto que dice que me quiere, respetara a quien me hace feliz, pero no estoy segura. Conozco a David de hace poco, no sé si es o no violento, no sé nada sobre él.”. “No se preocupe Sara, seguiremos investigando para saber quien es el asesino, cualquier noticia se la comunicaremos” respondió el policía. Sara se secó las lágrimas con la manga de la camisa. El policía se levantó y se marchó, Sara rompió a llorar de nuevo mientras abrazaba un cojín del sofá.
“Perdone que le moleste pero tenemos una conversación pendiente, ¿No cree?” dijo el policía nada más entrar en el número 2 de la plaza de las rosas. Esta vez no iba sólo, lo acompañaba otro compañero que en este caso tomaba notas mientras él preguntaba. “Creo que le di toda la información que necesitaba” dijo Don Juan. “Pues ya ve que no” respondió el policía “Cuénteme todo lo que pasó aquella noche”. Don Juan contestó mientras se daba la vuelta mirando hacia la ventana: “Anoche, como todas las noches me asomé a la ventana para concentrarme en mis pensamientos y no en la mierda de programación de prime time de la televisión. Ví salir a Manuel y a su novia de casa del número 1, se montaron en un coche y se fueron. Al poco rato volvió Manuel, salió del coche y David salió de entre las sombras y le asestó tres puñaladas, llamé a la policía y mientras llegaba contemplé el cadáver.”. “ ¿Y está usted seguro que de el asesino es David?”, preguntó el policía. “Claro que sí” respondió enfadado Don Juan “Iba con un abrigo negro largo y un gorro, cuando llegó la policía salió para aparentar que se enteraba de lo que pasaba con la misma ropa”. “Pero si hubiera salido con la misma ropa estaría cubierto de sangre y la gente hubiera sospechado” dijo el policía. “Ahí lleva usted razón, cuando salió no había sangre en la ropa, la ropa estaba limpia, me estuve fijando bien para ver qué hacía” Don Juan se llevó las manos a la cabeza confundido “Pero le vi la cara claramente, estoy seguro de que era David… ¿cómo hizo para no estar lleno de sangre?... Quizás tiene dos abrigos iguales, no sé, pero era David, seguro que sí”. “De acuerdo señor, muchas gracias, con su testimonio no hace más que complicar las cosas, todo parecía indicar que el caso estaba totalmente cerrado, pero la ropa es una prueba que lo exculpa” dijo el policía dirigiéndose a la puerta. “Vaya a su casa y pregunte a su madre si David tenía dos abrigos iguales, puede ser que todo fuera planeado” Gritó Don Juan desde su silla. El policía respondió: “Está bien, hablaremos con su madre mañana, pase usted una buena noche”. El policía cerró la puerta y se fue. Al salir, su compañero le preguntó: “Señor, ¿Quién cree usted que fue?” “Todo apunta al muchacho, pero este hombre parece muy seguro, incluso aún sabiendo que se equivoca” sentenció el policía colocándose bien el abrigo.
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