El mañana se nos antoja como una futura materialización del presente, no queremos que sea igual, pero de una forma u otra los días se repiten, se repiten las fórmulas que dejan al día ser día, sólo hay un ápice que cambia y es que tú ya no eres el de hoy, eres el de mañana, el de hoy y no el de ayer, ¿Hay más cambio que no cambiar más que de ubicación? Mañana siempre será mañana, y mañana será otro día y ese día será como hoy sin serlo.
Este es un blog donde encontraréis cositas varias que ni yo mismo sé que voy a poner, sólo espero que disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo
lunes, 2 de noviembre de 2009
Mañana
El mañana se nos antoja como una futura materialización del presente, no queremos que sea igual, pero de una forma u otra los días se repiten, se repiten las fórmulas que dejan al día ser día, sólo hay un ápice que cambia y es que tú ya no eres el de hoy, eres el de mañana, el de hoy y no el de ayer, ¿Hay más cambio que no cambiar más que de ubicación? Mañana siempre será mañana, y mañana será otro día y ese día será como hoy sin serlo.
lunes, 12 de octubre de 2009
El lenguaje discriminatorio
Hace unos años, cuando estaba en 2º de bachiller escribí este artículo para Lengua Castellana y literatura, y la verdad es que me gustó mucho, y a la profesora también, creo recordar que me puso un sobresaliente por él. A ver si os gusta a los que lo leáis:
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Últimamente se ha abierto la veda en relación con el sexismo en el lenguaje y como suele pasar con todo, hay dos grandes opiniones y corrientes de pensamiento, una, que sí hay sexismo en el lenguaje español y otra que no lo hay. Normalmente suelen ser las mujeres las que defienden la teoría del lenguaje sexista, ya que las mujeres llevan al feminismo a los límites más insospechados, hasta la lengua se ha visto salpicada por el feminismo. Está bien que las mujeres defiendan derechos e igualdades pero no llevar esas ansias de derechos e igualdades hasta los límites a los que los llevan. La lengua es un bien común que hemos ido heredando de generación en generación durante siglos y siglos y por el pensamiento e ideología de algunas mujeres no se debe cambiar. El castellano es una lengua romance, proviene del latín, por lo que el problema viene de atrás. Por ejemplo: en la palabra “juez” del latín “iudex”, permitir el femenino de esta palabra “jueza” sería un error gramatical, porque los romanos nunca dijeron “indexa” (al menos que se sepa, claro). Así que para cambiar las palabras castellanas tendrían que cambiar la lengua latina, pues inventen una máquina del tiempo y vayan ustedes a la época romana y díganles a los hablantes que esas normas no son así porque en el futuro nos sentiremos discriminadas una serie de mujeres.
Diciendo el masculino y el femenino cada vez que se habla lo único que se consigue es que nos expresemos de una forma menos fluida, y ya no hablemos en discursos que se harían tan largos y somnolientos que en los mítines políticos repartirían almohadas en vez de banderitas del partido correspondiente.
La letra “a” ahora resulta que es una marca de femenino y la “o” del masculino, pues bien, resulta que tenemos letras parias como la “e”, la “i” ó la “u” a las que no quieren en ningún bando. Parece ser que todo lo relacionado con lo masculino tiene que terminar en “o” y lo relacionado con lo femenino en “a”, pues, si ésto es así, resulta que Rafael Alberti es un “poeto” y Montserrat Caballé una “soprana”.
Si estas mujeres dicen que el término “piloto” excluye a las mujeres que ejercen ese oficio y solo se refiere a los varones, pues si se permitiera el femenino “pilota” ¿Por qué no permitir el empleo de la expresión “pilota automática”? Suena extraño, yo me imagino a un piloto de aviones en un momento en el que corre peligro la vida de los pasajeros y todo depende del piloto automático y tiene por “copilota” a una de las mujeres “lenguajediscriminataristas” y le dice “¡Ponga la pilota automática!, ¡Rápido póngala!” y mientras que el piloto se recupera del shock de estas palabras ya son portada de todos los periódicos. El uso del término “pilota automática” sería para aviones “Iberia”, que son femeninos y el de “piloto automático” para “Airbus”, puestos a imaginar. Los aviones pilotados por hombres tendrían piloto automático y los pilotados por las mujeres tendrían pilota automática, ¿Y si el avión tiene un piloto y una “copilota” o una “pilota” y un copiloto? Serían pilotos automáticos unisex.
También dicen algunas mujeres que al utilizar términos como “todos” se sienten discriminadas porque entienden ellas que solo se refieren a los varones, pues muy bien, ¿Se sentirán igual de discriminadas si están en un banco, con hombres y mujeres, y entran atracadores gritando ¡Todos al suelo!? ¿Se quedarían en pie porque ellas opinan y entienden que los atracadores solo quieren que se tiren al suelo los hombres? No creo que se quedaran en pie. Según la teoría defendida por estas señoras los atracadores tendrían que entrar a punta de pistola gritando: “¡Todos y todas al suelo!”, pues mientras que dicen todos y todas al suelo han perdido un tiempo muy valioso en el que el señor banquero ha pulsado la alarma y ya la policía (si está formada por mujeres, si está formada por hombres sería policío) apresarían a los ladrones. O para no irnos a una situación tan incómoda, ¿Se sentirían discriminadas si están cualquier lugar y llega una persona repartiendo millones (cosa muy poco probable) y diciendo “Todos sois millonarios”? Ellas según sus propias opiniones y pensamientos agacharían su cabeza y se marcharían porque solo serían millonarios los hombres.
Como se ha podido comprobar a lo largo del escrito no estoy de acuerdo en que el lenguaje sea sexista, no es que sea sexista, es que el lenguaje tiene un conjunto de normas y leyes que hay que cumplir, leyes que tenemos heredadas de la cultura latina. Solo con el uso frecuente de palabras y expresiones se podrían llegar a aceptar, pero dudo mucho que todas las personas, o la mayoría, de España llegue a hablar un día utilizando el masculino y el femenino. Ni los políticos alargarán más sus mítines por esos asuntos, ni Montserrat Caballé será “soprana”, ni los atracadores dirán ¡Todos y todas al suelo!, ni mucho menos seremos todos y todas millonarios y millonarias.
lunes, 31 de agosto de 2009
Habemus Papam VII

El mundo entero quedó conmocionado con la muerte del Papa. Un medio de comunicación italiano escribía así:
Esta noche, mientras dormía plácidamente en su habitación del Palacio Vaticano, Emmanuel Jáuregui, el Papa Gregorio XVII ha muerto debido a un cáncer de páncreas que sufría desde hace años. No había hecho pública su enfermedad porque consideraba que era enviada de Dios y por tanto nada podría hacer por evitar su desarrollo.
Parece ser que el difunto Santo Padre debió encontrarse mal momentos antes de morir, pues, de su puño y letra, se ha encontrado una nota en su mesilla de noche en la que escribió lo siguiente: «Sé que esta noche voy a morir. Dios me mandó una enfermedad y él ha querido acabar con mi vida. Nada ni nadie tiene derecho a parar el poder de Dios, por eso nunca quise recibir tratamiento. Como última voluntad quisiera que todos estos decretos que he lanzado en mis pocos días de pontificado, sean anulados y que nunca lleguen a entrar en vigor. En mis últimas horas de vida, he recapacitado y me he dado cuenta de que Dios no quería esos cambios, así me lo ha dicho. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén »
Hoy darán comienzo los finerales, una vez se procesa en embalsamamiento del cuerpo del Santo Padre Gregorio XVII.

5 de diciembre del año del Señor. Plaza de San Pedro del Vaticano. Se abren las cortinas y el silencio se hace en toda la plaza. Suenan las ansiadas palabras:
«Fratelli e sorelle carissimi! ¡Queridísimos hermanos y hermanas! Biens chers frères et sœurs! Liebe Brüder und Schwestern! Dear brothers and sisters! Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam! Emminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Ulstano, sanctæ romanæ Ecclesiæ cardinalem Capalozza, qui sibi nomen imposuit Gregori decimi octavi»

domingo, 30 de agosto de 2009
Habemus Papam VI

18 de noviembre del año del Señor. Puerta de la Sede Central del P.C.U. Llega un coche negro lujoso hasta la puerta. Toda la directiva está en la puerta de la sede. Sale del coche su Santidad el Papa Gregorio XVII acompañado de algunos miembros de la guardia suiza. Multitud de periodistas, que estaban en el Vaticano a merced de los decretos del Papa, esperaban en la Puerta e hicieron miles de fotos y lanzaron miles de preguntas que el Papa no se aventuró nunca a responder. Otro frente a la puerta era el de una multitud de fieles de dos tipos: Los que no seguían las ideas del nuevo pontífice y los que no, que igualmente gritaban a la salida del mismo del coche.
El Papa salió del coche, procedió a saludar a los miembros de la junta directiva del Partido y juntos procedieron al interior de la sede.
Al llegar al interior de la sala de reuniones, los dirigentes del partido político entraron antes que el sumo pontífice. Al hacer éste acto de presencia en la sala de reuniones. Una legión de militares y miembros de su santo cuerpo de seguridad lo rodearon. Miles de fusiles lo apuntaban. Por donde quiera que mirara no veía más que cañones que amenazaban su vida. El Papa, preso del terror, dicho con voz temblorosa:
– ¿Ésto qué es? ¿Qué pasa?
– ¿Qué pasa? – repitió con tono irónico Flavio Di Iuorio. Mientras sostenía en sus manos los decretos del Santo Padre. Miró uno a uno y dijo – Pues… decreto sobre los medios anticonceptivos, decreto sobre la homosexualidad, decreto sobre los sacerdotes, decreto sobre el aborto y decreto sobre el celibato. Ésto pasa.
– Hace más de veinte años que se fundó este partido y se hizo para que los ideales que defendía la Iglesia Católica tuvieran repercusión en la sociedad política, – dijo Capalozza – pero usted con sus nuevas ideas puede poner en peligro el trabajo de gente como yo, que hemos conseguido levantar desde los cimientos uno de los partidos más importantes a nivel europeo.
– Yo solamente creo que la Iglesia Católica debe salir de un parón en el que lleva metida muchos años. – Se defendió Emmanuel Jáuregui – Cada vez tenemos menos fieles, menos sacerdotes. Quizás con esta idea pudiéramos conseguir mayor número de fieles.
– No sé si sabe usted lo cerca que está de la muerte. – Amenazó Di Iuorio – No le conviene llevarnos la contraria. Lo sabía cuando aceptó el puesto.
– No creí que fuerais tan poderosos – Dijo asustado y en voz baja el Papa.
– Nuestro poder va más allá del poder de Dios. – Sentenció con carácter firme y soberbio el presidente honorario, don Ulstano Capalozza – Dios no existe, es sólo una excusa para ganar dinero, para captar gente inestable de ánimo para enriquecernos. Ha sido así desde el principio de los tiempos. Usted no vendrá a cambiarlo.
– Estoy harto de verle la cara a un gilipollas que cree ser un enviado de Dios. – Grito enfadado Di Iuorio – Dios sólo mandó a un enviado y por treinta monedas lo mataron y lo traicionaron. Su secretario y nuestro jefe de seguridad también nos lo han vendido a nosotros por treinta, treinta billetes de quinientos euros cada uno, un precio demasiado bajo para su vida. Usted tiene en su mano su vida. Le ofrecemos un trato. Si quiere vivir, dé marcha atrás con los decretos y acepte las ideologías tradicionales. De lo contrario, morirá con sus ideologías.
– No cambiaré mi manera de pensar, ni la forma que creo que tiene que tomar la Iglesia. Dios no sois vosotros, no me podéis decir qué tengo que hacer, ni en qué tengo que creer.
– Usted ha hablado. Señores – dijo Di Iuorio dirigiéndose a todos aquellos que apuntaban al Papa con sus fusiles – no quiero disparos ni en cabeza ni en brazos, sólo el tronco, la cabeza y los brazos se ven en el funeral. – Se giró y miró fijamente al Papa a los ojos y le dijo con la sangre fría – Di tus últimas palabras.
– Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad…
– Disparen – Gritó Di Iuorio.
El tronar de cuarenta fusiles sonó en aquella sala, pero en ella quedó apresado pues la insonorización apresaba en su cárcel de muerte a aquellas balas que atravesaban en cuerpo de Emmanuel Jáuregui. El cuerpo cayó desplomado, dejando ríos de sangre fluir por multitud de túneles que las balas habían abierto en su cuerpo. Yacía en una alfombra de terciopelo roja, esa que su propio cuerpo había hilvanado con cada rugido de la fiera con gatillo que había acabado con el último suspiro de un hombre cuya última misión fue hilvanar su propia alfombra de sangre.
Con el cuerpo tendido en el suelo de aquella sala, los miembros de la junta directiva se miraron y esbozaron sonrisas tan crueles y malévolas como sus propios planes, que acababan de llevarse a cabo.
– Bien, y ahora, ¿Cómo saldrá de aquí? – preguntó Sismondi.
– Lo tenemos todo planeado. Traerán el coche a nuestras dependencias, meteremos el cuerpo en el maletero y en el asiento estará un doble que hemos encontrado del Papa. Nadie sospechará nada, porque saldrá a gran velocidad hasta el Vaticano. Una vez allí, haremos pública la muerte del Papa a causa de un cáncer de páncreas que lo azotaba desde hacía años, pero que, por motivos personales, nunca declaró que tenía. Todo está planeado.
– Perfecto. – Dijo con una sonrisa de felicidad Sismondi – Pues entonces elijamos traje para el funeral.

sábado, 29 de agosto de 2009
Habemus Papam V

Despacho de su Santidad el Papa Gregorio XVII. Llaman a la puerta y entra en él el secretario personal de su Santidad:
– Su Santidad, perdone que le moleste, sé que han terminado sus visitas de hoy pero hay aquí un hombre al que creo que debe escuchar.
– ¿Quién es? – Preguntó el Papa – Si es cuestión de vida o muerte, pues que pase.
– Me temo que sí es cuestión de vida o muerte. Es Sergio Donggilio, jefe de seguridad del Partido Católico Ultraconservador.
– Hágalo pasar.
Entró en el despacho Sergio Donggilio serio y con paso firme. Tras pedir permiso y besar la mano del Papa se sentó frente a él en una ricamente ornamentada silla.
– Usted dirá, don…
– Donggilio, mi nombre es Sergio Donggilio, su Santidad.
– Eso, Donggilio, proceda a decirme eso tan importante.
– Verá usted, planean asesinarlo.
– ¿Quién? – El rostro del Santo Padre palideció de golpe y aún se hacía más blanco. Casi ni se distinguía de su manto. Con la voz quebrada y temblona consiguió emitir algunas palabras – ¿Quién dices que quiere asesinarme?
– El Partido Católico Ultraconservador. Sus decretos, esos que usted promulga, no hacen más que ir contra la rancia y anticuada ideología de este partido, y la que caracterizaba a esta Santa Iglesia antes de que usted llegara. Por ello quieren eliminarlo. Es muy probable que el avión que usted coja hacia España nunca llegue a su destino.
– No puedo creerlo – Emmanuel Jáuregui, pálido como la luz divina, estaba serio y no podía hacer más que pensar con los ojos bien abiertos – Yo sólo quiero darle a esta Iglesia, a mi Iglesia lo que creo que estaba pidiendo a gritos. Esos ideales que defienden son de otra época, ni siquiera son suyos, son los que se han ido trasmitiendo de Papa en Papa, de pontificado en pontificado. Si son tan católicos como dicen ¿Tan difícil es cambiar esos ideales?
– Su Santidad, esos ideales han permitido hacer mucho dinero, han permitido crear mucho poder y eso es más válido que cualquier ideal. Sus decretos hacen ver la boca al lobo, con lo cual su dinero, su poder, el imperio que se ha fraguado con los años, se viene a pique.
– Oiga – Dijo con tono serio el Papa – ¿Si usted trabaja para ellos por qué les delata? No es lógico.
– Yo creo como usted en una modernización de la Iglesia. Por eso no puedo dejar que acaben con esa figura que significa tanto para el mundo católico.
– Pasado mañana tengo una reunión con ellos en su sede central. ¿Corro algún tipo de peligro?
– No, ninguno – se apresuró a decir Donggilio – ahí todo serán alabanzas hacia usted. No debe usted sospechar. Pero tampoco deben sospechar ellos que usted lo sabe todo. Me matarían.
– Descuide, si hice creer a un cónclave que era el apropiado para ser el nuevo Papa puedo hacer creer a este grupo de arcaicos que no sé absolutamente nada.
– Su Santidad, perdone que le moleste, sé que han terminado sus visitas de hoy pero hay aquí un hombre al que creo que debe escuchar.
– ¿Quién es? – Preguntó el Papa – Si es cuestión de vida o muerte, pues que pase.
– Me temo que sí es cuestión de vida o muerte. Es Sergio Donggilio, jefe de seguridad del Partido Católico Ultraconservador.
– Hágalo pasar.
Entró en el despacho Sergio Donggilio serio y con paso firme. Tras pedir permiso y besar la mano del Papa se sentó frente a él en una ricamente ornamentada silla.
– Usted dirá, don…
– Donggilio, mi nombre es Sergio Donggilio, su Santidad.
– Eso, Donggilio, proceda a decirme eso tan importante.
– Verá usted, planean asesinarlo.
– ¿Quién? – El rostro del Santo Padre palideció de golpe y aún se hacía más blanco. Casi ni se distinguía de su manto. Con la voz quebrada y temblona consiguió emitir algunas palabras – ¿Quién dices que quiere asesinarme?
– El Partido Católico Ultraconservador. Sus decretos, esos que usted promulga, no hacen más que ir contra la rancia y anticuada ideología de este partido, y la que caracterizaba a esta Santa Iglesia antes de que usted llegara. Por ello quieren eliminarlo. Es muy probable que el avión que usted coja hacia España nunca llegue a su destino.
– No puedo creerlo – Emmanuel Jáuregui, pálido como la luz divina, estaba serio y no podía hacer más que pensar con los ojos bien abiertos – Yo sólo quiero darle a esta Iglesia, a mi Iglesia lo que creo que estaba pidiendo a gritos. Esos ideales que defienden son de otra época, ni siquiera son suyos, son los que se han ido trasmitiendo de Papa en Papa, de pontificado en pontificado. Si son tan católicos como dicen ¿Tan difícil es cambiar esos ideales?
– Su Santidad, esos ideales han permitido hacer mucho dinero, han permitido crear mucho poder y eso es más válido que cualquier ideal. Sus decretos hacen ver la boca al lobo, con lo cual su dinero, su poder, el imperio que se ha fraguado con los años, se viene a pique.
– Oiga – Dijo con tono serio el Papa – ¿Si usted trabaja para ellos por qué les delata? No es lógico.
– Yo creo como usted en una modernización de la Iglesia. Por eso no puedo dejar que acaben con esa figura que significa tanto para el mundo católico.
– Pasado mañana tengo una reunión con ellos en su sede central. ¿Corro algún tipo de peligro?
– No, ninguno – se apresuró a decir Donggilio – ahí todo serán alabanzas hacia usted. No debe usted sospechar. Pero tampoco deben sospechar ellos que usted lo sabe todo. Me matarían.
– Descuide, si hice creer a un cónclave que era el apropiado para ser el nuevo Papa puedo hacer creer a este grupo de arcaicos que no sé absolutamente nada.

A la mañana siguiente, el papa se dispuso a promulgar su tercer decreto. Como no estaba seguro de la veracidad de las palabras de Donggilio que le aseguraban que en esa reunión prevista para el día siguiente no pasaría nada, decidió promulgar varios decretos:
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, los sacerdotes no son más que personas encargadas de promulgar la palabra de Dios, y, por lo tanto, no existe razón alguna para que sola y exclusivamente sean hombres los que ejerzan esta labor. La mujer no es un ser inferior, es un ser creado por el Divino Pastor y como tal es digno de alabanza. Las mujeres podrán ejercer el sacerdocio con los mismos derechos con que contaban los hombres hasta la fecha. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, abortar no será considerado delito, ya que un ser recién concebido aún no ha adquirido el nivel de ser humano. El aborto será válido siempre y cuando no se realice más allá del primer mes de gestación. Si se hace más allá del mismo será un delito, pues atentará contra la vida. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que los sacerdotes no deben guardar el celibato. No tienen, por tanto, que hacer el voto de castidad. Los sacerdotes son meros portadores de la palabra de Dios. El celibato y la castidad no serán motivo de impedimento a la hora de difundir la palabra de Dios. El voto de castidad y el celibato absoluto será para aquellos que elijan poner su vida al servicio total del Señor, es decir, Monjes, monjas y Papa. Si un cardenal que accede a Papa tiene una pareja, la Iglesia Católica concederá la nulidad inmediata a dicho matrimonio, con lo cual, el Papa cumpliría su labor totalmente fiel al voto que debe jurar en el momento de su proclamación, el de castidad. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
Decreto número 3
Los sacerdotes
Los sacerdotes
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, los sacerdotes no son más que personas encargadas de promulgar la palabra de Dios, y, por lo tanto, no existe razón alguna para que sola y exclusivamente sean hombres los que ejerzan esta labor. La mujer no es un ser inferior, es un ser creado por el Divino Pastor y como tal es digno de alabanza. Las mujeres podrán ejercer el sacerdocio con los mismos derechos con que contaban los hombres hasta la fecha. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
17de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII
Gregorio XVII
Decreto número 4
El aborto
El aborto
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, abortar no será considerado delito, ya que un ser recién concebido aún no ha adquirido el nivel de ser humano. El aborto será válido siempre y cuando no se realice más allá del primer mes de gestación. Si se hace más allá del mismo será un delito, pues atentará contra la vida. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
17 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII
Gregorio XVII
Decreto número 5
El celibato
El celibato
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que los sacerdotes no deben guardar el celibato. No tienen, por tanto, que hacer el voto de castidad. Los sacerdotes son meros portadores de la palabra de Dios. El celibato y la castidad no serán motivo de impedimento a la hora de difundir la palabra de Dios. El voto de castidad y el celibato absoluto será para aquellos que elijan poner su vida al servicio total del Señor, es decir, Monjes, monjas y Papa. Si un cardenal que accede a Papa tiene una pareja, la Iglesia Católica concederá la nulidad inmediata a dicho matrimonio, con lo cual, el Papa cumpliría su labor totalmente fiel al voto que debe jurar en el momento de su proclamación, el de castidad. La validez de este decreto y de todos los anteriormente publicados, será efectiva dentro de dos días. A parir del 19 de noviembre del presente año del Señor.
viernes, 28 de agosto de 2009
Habemus Papam IV

Era el 16 de noviembre y Emmanuel Jáuregui se sentó y escribió el segundo decreto de su real papado:
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, dentro de veintinueve días, los homosexuales serán considerados hijos de Dios y como tal tienen derecho a ejercer el Santo Sacramento del Matrimonio. La homosexualidad no es un enemigo a vencer. Los homosexuales no son enfermos, son personas que, simplemente, tienen una orientación sexual distinta de la tradicionalmente impuesta. A partir de veintinueve días podrán casarse, aunque no podrán adoptar niños ante la imposibilidad de la concepción entre miembros de un mismo sexo. Todos somos iguales a los ojos de Dios.
Decreto número 2
La homosexualidad
La homosexualidad
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, dentro de veintinueve días, los homosexuales serán considerados hijos de Dios y como tal tienen derecho a ejercer el Santo Sacramento del Matrimonio. La homosexualidad no es un enemigo a vencer. Los homosexuales no son enfermos, son personas que, simplemente, tienen una orientación sexual distinta de la tradicionalmente impuesta. A partir de veintinueve días podrán casarse, aunque no podrán adoptar niños ante la imposibilidad de la concepción entre miembros de un mismo sexo. Todos somos iguales a los ojos de Dios.
16 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII
Gregorio XVII
Sede del P.C.U. Reunión de urgencia que era ya casi una costumbre costumbre. El enfado se apoderaba de todos ellos con la rapidez con la que el Papa lanzaba sus decretos:
– No puedo tolerarlo – gritó Mauricio Sismondi – esto ya está pasando de castaño oscuro.
– Calma, compañeros – sugirió Ulstano Capalozza – sólo debemos buscar una forma de acabar con él.
– Tiene razón el señor Capalozza – dijo el presidente – hay que acabar con él. No debemos dejarlo más tiempo. Pero hay que hacerlo bien, no debemos levantar sospechas. La sociedad se hace eco y nuestro partido pierde seguidores porque prefieren seguir aun Papa, a uno que se supone elegido por Dios, que a nosotros.
– Sugiero una muerte tranquila, mientras duerme, una cosa que parezca muerte natural – aportó Sismondi con maldad en los ojos – Salió bien una vez, no tiene porque pasar lo contrario esta.
– No, tiene que ser algo nuevo – propuso Di Iuorio – podrían cogernos. Tenemos que pensar. Hablaré con nuestro sistema de seguridad para ver qué nos proponen y cada uno que reflexione una manera de acabar con esta oleada de progreso. Mañana aquí a la misma hora.


– No puedo tolerarlo – gritó Mauricio Sismondi – esto ya está pasando de castaño oscuro.
– Calma, compañeros – sugirió Ulstano Capalozza – sólo debemos buscar una forma de acabar con él.
– Tiene razón el señor Capalozza – dijo el presidente – hay que acabar con él. No debemos dejarlo más tiempo. Pero hay que hacerlo bien, no debemos levantar sospechas. La sociedad se hace eco y nuestro partido pierde seguidores porque prefieren seguir aun Papa, a uno que se supone elegido por Dios, que a nosotros.
– Sugiero una muerte tranquila, mientras duerme, una cosa que parezca muerte natural – aportó Sismondi con maldad en los ojos – Salió bien una vez, no tiene porque pasar lo contrario esta.
– No, tiene que ser algo nuevo – propuso Di Iuorio – podrían cogernos. Tenemos que pensar. Hablaré con nuestro sistema de seguridad para ver qué nos proponen y cada uno que reflexione una manera de acabar con esta oleada de progreso. Mañana aquí a la misma hora.

Sede del P.C.U. Despacho del presidente Don Flavio Di Iuorio. Está sentado en un escritorio muy amplio y al otro lado de la mesa, en una modesta silla, que contrastaba con lo cuidado de su sillón, estaba sentado Sergio Donggilio, el jefe de seguridad del Partido católico ultraconservador:
– Señor Donggilio, – dijo Di Iuorio – le he llamado en nombre del consejo general de este partido al que ambos pertenecemos. Usted estará al corriente de los decretos que su Santidad Gregorio XVII está promulgando.
– Así es, – aseguró Donggilio – algo así no pasa desapercibido para nadie, sea o no católico.
– Y como afiliado a nuestro partido sabe perfectamente los ideales que defendemos, ¿no es así?
– Así es.
– Pues verá, Señor Donggilio, somos un partido político que tiene ya cierto territorio en su poder. Hasta ahora, aquel creyente de la Iglesia Católica seguía fielmente nuestros pasos, porque eran los pasos que seguía la Iglesia. Pero al cambiar ese rumbo, de manos de este querido Papa, podemos perder muchas tierras, por tanto, adeptos, por tanto dinero. Creo que tenemos que tomar el mando del timón y devolver el Barco Católico a nuestras aguas.
– ¿Me sugiere usted matar al Papa? – Preguntó interesado Donggilio – Hace sólo cuatro días que lo proclamaron como tal.
– Así es, pero en cuatro días ha hecho evolucionar a la Iglesia más que en toda su historia. Si seguimos así, nos hundirá.
– Entiendo… – dijo pensativo Donggilio – Dentro de poco tendrá lugar una visita a España. ¿Qué tal un accidente de avión?
– No, no nos conviene cuestionar la seguridad del Vaticano. – Durante un momento calló y pensó. Finalmente propuso – Aunque podremos hablar con los directivos de nuestro partido en España. Han obtenido grandes resultados electorales actualmente y tengo entendido que se van a reunir con el Santo Padre. Podemos hacer que le convenzan.
– No creo que puedan, dicen los que le conocen, que el Papita es muy terco. No dará su brazo a torcer tan fácilmente.
– Entonces ¿Alguna idea?
– Podríamos recurrir a los etarras. – Sugirió Donggilio.
– Tienes razón. – Dijo sonriente Di Iuorio – Desde hace un par de años nos deben un favor. Cuando su banda estaba a punto de caer y les dimos cobijo en nuestro país para que siguieran con su actividad desde aquí, a cambio de futuros favores. Llegó la hora de saldar las cuentas. ¿Qué tal un atentado?
– No es recomendable, señor. Los servicios de seguridad del Vaticano y de España tendrán todo calculado para proteger al Papa en todo momento, con lo cual un paso en falso y podrían coger a los etarras y no tendrían reparos en delatarnos.
– Es cierto, perderíamos más de lo que ganaríamos. – Pensó durante un momento y dijo – Bueno, dejo en su mano como aniquilar a su Santidad, pero que sea cuanto antes. Antes de que sea demasiado tarde.
– Señor Donggilio, – dijo Di Iuorio – le he llamado en nombre del consejo general de este partido al que ambos pertenecemos. Usted estará al corriente de los decretos que su Santidad Gregorio XVII está promulgando.
– Así es, – aseguró Donggilio – algo así no pasa desapercibido para nadie, sea o no católico.
– Y como afiliado a nuestro partido sabe perfectamente los ideales que defendemos, ¿no es así?
– Así es.
– Pues verá, Señor Donggilio, somos un partido político que tiene ya cierto territorio en su poder. Hasta ahora, aquel creyente de la Iglesia Católica seguía fielmente nuestros pasos, porque eran los pasos que seguía la Iglesia. Pero al cambiar ese rumbo, de manos de este querido Papa, podemos perder muchas tierras, por tanto, adeptos, por tanto dinero. Creo que tenemos que tomar el mando del timón y devolver el Barco Católico a nuestras aguas.
– ¿Me sugiere usted matar al Papa? – Preguntó interesado Donggilio – Hace sólo cuatro días que lo proclamaron como tal.
– Así es, pero en cuatro días ha hecho evolucionar a la Iglesia más que en toda su historia. Si seguimos así, nos hundirá.
– Entiendo… – dijo pensativo Donggilio – Dentro de poco tendrá lugar una visita a España. ¿Qué tal un accidente de avión?
– No, no nos conviene cuestionar la seguridad del Vaticano. – Durante un momento calló y pensó. Finalmente propuso – Aunque podremos hablar con los directivos de nuestro partido en España. Han obtenido grandes resultados electorales actualmente y tengo entendido que se van a reunir con el Santo Padre. Podemos hacer que le convenzan.
– No creo que puedan, dicen los que le conocen, que el Papita es muy terco. No dará su brazo a torcer tan fácilmente.
– Entonces ¿Alguna idea?
– Podríamos recurrir a los etarras. – Sugirió Donggilio.
– Tienes razón. – Dijo sonriente Di Iuorio – Desde hace un par de años nos deben un favor. Cuando su banda estaba a punto de caer y les dimos cobijo en nuestro país para que siguieran con su actividad desde aquí, a cambio de futuros favores. Llegó la hora de saldar las cuentas. ¿Qué tal un atentado?
– No es recomendable, señor. Los servicios de seguridad del Vaticano y de España tendrán todo calculado para proteger al Papa en todo momento, con lo cual un paso en falso y podrían coger a los etarras y no tendrían reparos en delatarnos.
– Es cierto, perderíamos más de lo que ganaríamos. – Pensó durante un momento y dijo – Bueno, dejo en su mano como aniquilar a su Santidad, pero que sea cuanto antes. Antes de que sea demasiado tarde.

jueves, 27 de agosto de 2009
Habemus Papam III

El Papa se sentó en su escritorio y escribió en un papel con el sello del Vaticano:
Decreto número 1
Los medios anticonceptivos
Los medios anticonceptivos
Yo, el Papa Gregorio XVII, declaro que, dentro de treinta días, será válido el uso de los medios anticonceptivos. El fin del acto sexual es la procreación, pero es también una manifestación de amor y Dios dijo: “amaos los unos a los otros”. El sexo es una muestra física de amor. Sin amor no se entiende el sexo. Ya que el amor se debe expresar, hay que hacerlo de manera segura. La procreación se llevará a cabo cuando la pareja quiera, pero no es el fin único del acto sexual. Si la iglesia prohíbe el uso de medios anticonceptivos incita a una relación sexual sin ellos que puede desembocar en embarazos no deseados (y traer un hijo al mundo en una situación no propicia para ello es peor que evitar el sufrimiento), o bien desembocaría en una enfermedad que podría desencadenar la muerte. Por lo tanto nos convertiríamos en asesinos. Y la muerte sólo debe venir de la mano de Dios.
15 de noviembre del año del Señor
Gregorio XVII

Sede del P.C.U. Todos los miembros reunidos en torno a la mesa para tratar el primer decreto del Papa:
– Hay que cortarle las alas a este hombre – dijo en tono elevado y con amplia muestra de enfado en su gesto el vicepresidente– no podemos dejar que esto siga así.
– No, hay que esperar, ha dicho que este decreto será válido en treinta días, hasta entonces debemos aguardar para ver qué otras sorpresas nos da. – Ulstano Capalozza ordenó –
– Tiene razón el señor Capalozza, debemos esperar. – dijo El presdente Di Iuorio– Estoy seguro de que seguirá con estos decretos. Hay que esperar y luego, antes de que llegue el día en el que sean válidos los decretos, el papa caerá con todo su imperio.
– Señores, no, hay que actuar ya. – afirmó Sismandi– La sociedad pide nuestra opinión sobre estas cuestiones, hay que pronunciarse.
– Habrá pues que lanzar un comunicado – sugirió Capalozza – ¿Qué podemos decir? ¿Se le ocurre algo, Señor Presidente?
– Por el momento creo que es mejor no pronunciarse. – sentenció Flavio Di Iuorio– Tenemos muchos asuntos entre manos. Hay que gobernar, luego ya entraremos en otros asuntos. Total, hasta dentro de treinta días estos decretos no nos afectarán, con lo cual hasta entonces tenemos para posicionarnos.

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