Este es un blog donde encontraréis cositas varias que ni yo mismo sé que voy a poner, sólo espero que disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo

sábado, 31 de mayo de 2008

Quizás, quizás, sólo quizás

Quizás la retahíla de luciérnagas furiosas
sea la que te abre los ojos ante su luz
para que escondan en su vuelo tan hermosas
la pasión que esconden dentro de su cruz.
Quizás no será el bien las palabras que tengo
para contarte solamente que te quiero un poco más,
lejos de servir más a lo del voy y el vengo
dejo correr el agua que no son de los demás.
Quizás la luciérnaga haya fundido su cuerpo
en la oscuridad más eterna que los ciclos del cielo
se acabó salir a echar de comer a los cuervos
que esconden los llantos que un día me hirieron.
Quizás, quizás, sólo quizás
quizás tenga esa duda ¿qué más da?
quizás dudar sólo sirva para dudar
y dudar lleva a dudar y a más dudar
y a más quizás…

viernes, 30 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 10

Capítulo 10

Pasaron 4 meses y Ana, recuperada de las lesiones que ella misma se produjo tuvo que comparecer ante el juez, que le dijo: “Señorita Márquez, cuente usted las razones que le llevaron a asesinar a Jesús García y a Juan Pérez”. “Si me permite, señoría, me gustaría contar una historia que aclarará dos casos” dijo Ana con la cabeza agachada sentada justo en frente del juez. “Proceda” dijo el Juez acomodándose en el sillón. Ana subió la mirada y dijo: “Hace unos 5 o 6 meses fui a casa de mi amiga Sara, y mientras ella se duchaba entré en la carpeta donde se le guardaban las conversaciones con las personas a través del Messenger. Miré una que eran las que había tenido con Jesús y allí vi como Jesús le declaraba su amor, le decía que la amaba, que si estaba conmigo era porque yo le daba pena. A mí como puede usted imaginar, señoría, los celos me comieron y estuve durante mucho tiempo pensando en qué podía hacer para vengarme de Jesús y de Sara, que me había ocultado algo que me incumbía a mí tanto. Tras pensar se me ocurrió algo, aproveché una tarde en la que no tenía clases de inglés y en la que Sara estaba de compras para entrar en el Messenger de Sara haciéndome pasar por ella y hablé con Jesús. Le dije que había estado pensando, que lo quería y que quería que estuvieran juntos. Pero a mí no me bastaba con eso, quería saber cuánto la quería y hasta donde era capaz de llegar por ella, así que le dije que la única manera de que ellos pudieran estar juntos era matando a Manuel. Y mi sorpresa fue que a la noche siguiente Manuel murió asesinado por su hermano. Estaba tan furiosa que en cuanto la encontré, cogí la ropa llena de sangre de Jesús y la entregué a la policía, quería que ese cabrón se pudriera en la cárcel por haberme engañado y querer ponerme los cuernos con otra, con mi amiga. Y así lo hice, lo entregué, nadie iba a sospechar de mí, piensen, ¿Qué persona iba a inculpar a otra persona siendo ella la culpable?, pues una que sabía que, en caso de que Jesús cantara, la mayor perjudicada iba a ser Sara. Y así fue, ella fue la que pagó. Con lo que yo no contaba era con que Jesús se escapara de su celda para ir a matarme, pero por suerte me adelanté y lo maté a él. No quería, pero yo no quiero ir a la cárcel así que tuve que liquidar al único testigo de mi asesinato, Don Juan, pobre hombre. Sara… pues Sara no es más que una tonta que se mató, no supo aguantar, mi castigo para ella era que sufriera dentro de la cárcel, pero el castigo que ella se ha dado, aún me gusta más. Y eso es todo señoría, sé que me pueden caer muchos años, pero qué más me da, no tengo antecedentes, estaré fuera en nada de tiempo, pero a esos cabrones les queda toda una vida de condena en el infierno.” El juez dictó sentencia: “Señora Márquez, queda usted condenada a 50 años de cárcel por los asesinatos de Jesús García, Juan Pérez y Manuel García.
Dos agentes se fueron hacia la joven y la prendieron, ella se resistía pero la llevaban forzosamente hacía la puerta. En el forcejeo que mantenía con los agentes consiguió quitarle la pistola a uno de ellos. La tomó, aun teniendo las manos esposadas y la subió hasta su pecho, al llegar a él dijo: “No iré a la cárcel, yo siempre gano” Ana apretó el gatillo y se disparó en el corazón cayendo muerta al suelo de la sala mientras la sangre fluía por la herida producida por la bala. Todos en la sala quedaron atónitos con la escena y el silencio se apoderó de los presentes.

David entró por la puerta del cementerio vestido con un abrigo negro y un gorro y se dispuso a buscar una lápida de entre las muchas que allí había. Se paró en frente de una en la que decía: “Aquí yace Ana Márquez, cuyos celos y odio han hecho que hoy esté aquí, descanse en paz”. David cogió cuatro rosas y las arrojó encima de la lápida diciendo: “Todos han vuelto a ser polvo, tú, como siempre, le llevas la contraria, toma, cuatro rosas, una por cada vida que mataste, ya que tú nunca has tenido”. Se dio la vuelta y se marchó de allí con lágrimas en los ojos y las manos en los bolsillos. Cuando David salió del cementerio, una ráfaga de viento recorrió el cementerio por todos sus rincones y por el aire volaba una rosa que se fue a posar en la lápida de Ana.

Fin

Las Cuatro Rosas 9

Capítulo 9

Nada más los policías salir de casa de Don Juan, meterse en el coche y salir de la Plaza de las Rosas, una persona oculta detrás de unos cubos de basura salió de su escondite y se dirigió hacia la plaza, allí estaba Ana, sentada en uno de los bancos. El escondido estaba viéndola de espaldas, ya que el banco miraba en la misma dirección que él lo hacía. Sacó un cuchillo de entre las ropas de una gabardina negra y se dirigió muy sigilosamente hacia Ana. Al llegar a ella le dijo: “Hola Ana, mira, tengo un regalito”, sacó para que pudiera verlo el cuchillo que aún tenía restos de sangre, de la sangre de Manuel. Ana se levantó rápidamente del banco, se dio la vuelta con cara asustada pero muy segura y serena mirando hacia la otra persona y le dijo: “Hola Jesús, yo también”. Dicho esto Ana sacó de su bolso un cuchillo, impoluto y rápidamente se lanzó hacia Jesús. Poco tiempo tuvo éste en reaccionar, porque cuando se quiso dar cuenta ya Ana estaba encima suya, forcejearon durante un momento hasta que finalmente se le cayó el cuchillo a Jesús. Ana, aprovechando que su novio no estaba armado, empuñó fuertemente su cuchillo y apuñalo tres veces a Jesús, una en el pecho, otra en el cuello y la otra en el abdomen. Jesús cayó al suelo, en el mismo lugar donde lo hizo su hermano, y lo hacía exactamente igual que él, muerto y derramando sangre que formaba un charco en el suelo como un colchón esperando a que Jesús durmiera en él.
Ana quedó mirando el cuerpo inerte de Jesús con una respiración muy acelerada. Miró de pronto hacia la ventana del número 2 y vio allí a Don Juan, contemplando la escena, al percatarse éste de que Ana le había visto, se desplazó hacía atrás buscando el teléfono. Ana vio como cogía el teléfono e interpretó que llamaba a la policía. No podía estar presa, no podían capturarla, tenía que impedir que Don Juan llamara a la policía así que salió corriendo, cuchillo en mano, hacia el número dos. La puerta estaba abierta, pues así había querido Don Juan que los policías la dejaran, así que Ana entró sin problemas. Subió dos pequeños escalones y entró en el salón, ahí estaba Don Juan, sentado en su silla de ruedas y gritando por teléfono: “Asesinato en la Plaza de las Rosas, Ana…”. La comunicación se cortó ya que Ana con el cuchillo había cortado el cable del teléfono. Don Juan quedó con el teléfono en la mano mirando fijamente a Ana, muerto de miedo, temblaba viendo la mirada enloquecida de aquella joven a la que tantas veces había visto a través de su ventana. “Qué me vas a hacer?” dijo Don Juan con la voz temblorosa. “Nada, sólo matarte, no puedo dejar que me cojan, no puedo, y si vives, me delatas” contestó Ana. Don Juan dijo: “Si tú quieres no te delataré, déjame vivir y vete y ya me inventaré alguna coartada, pero no me mates”. Ana lo miró a los ojos, se le acercó y le susurró al oído: “No puedo correr ese riesgo”. Dicho esto empuñó más fuertemente el arma y le dio una puñalada en el abdomen, se retiró y le propinó una en el cuello y la última y sentenciadora en el corazón. Don Juan quedó con la mirada ciega y la boca abierta caído hacia delante con toda la silla cubierta de sangre, al igual que toda la parte delantera de su cuerpo. Ana salió del número dos con toda la ropa cubierta de sangre y el cuchillo ensangrentado en la mano. Al salir, nada más poner un pie en la calle llegó un coche de policía. Paró en la plaza y salió de él Jorge y Javier, Javier dijo: “Alto ahí, Ana, quedas detenida por el asesinato de Jesús “. Ana miró al policía y dijo: “No, señor agente, se equivoca, también he matado a Don Juan, además no estoy detenida”. Nada más decir esto, Ana empuñó fuertemente el cuchillo y de un golpe se lo clavó en el vientre. Ana cayó al suelo envuelta en un gran manta de sangre, no sólo suya, sino de sus asesinados.

El agente que se encargaba del turno de vigilancia de los calabozos de la comisaría de policía hacía su trabajo paseando por el estrecho pasillo de entre celdas vigilando para que no se produjera ningún conflicto cuando se paró enfrente de una celda, la número 4, la ocupada por Sara. Quedó paralizado por lo que allí vio. La mayoría de los apresados, dormía en sus catres, pero en esa celda todo era diferente. Sobre la cama, con evidentes muestras de que alguien había estado acostada en ella había una carta. Al lado de la cama había una banqueta, que servía de silla a los reclusos tirada por los suelos. Y justo encima de esa banqueta había un cuerpo colgado de una tubería del techo, estaba colgando, agarrado del cuello con un cinturón azul. Era Sara, se había ahorcado con su cinturón en la soledad de su celda.

La ambulancia se llevó al hospital a Jesús, Don Juan y Ana y antes de irse, Javier recibió una llamada, cogió su teléfono móvil del bolsillo interno de su chaqueta, pulso un botón, y escuchó lo que le decían. Al oírlo, se puso pálido y dijo: “Joder”. Se metió en el coche y obligó a Jorge a hacerlo también rápidamente. Jorge le preguntó mientras se colocaba el cinturón de seguridad: “¿Qué pasa jefe?”. Javier miró a Jorge y le dijo: “Más muertos”.

Llegaron a la celda número cuatro una vez retirado el cadáver de Sara de allí, Javier cogió la carta que había encima de la cama y comenzó a leerla. Decía: “Señores agentes, han cometido un error, no sé de dónde habrá sacado Jesús que yo le incité a matar a Manuel, a mi Manuel, pero yo sólo sé que no hice tal cosa. No puedo vivir cargando con una losa que merece cargar otra persona, yo no puedo estar aquí siendo la culpable de que mandé matar a mi amor. Por eso mismo quiero estar en paz, y como los momentos de más paz los he vivido con él, he decidido ahorcarme para poder estar con él lo antes posible. Decidle a David que lo quiero mucho y que me perdone por todo, a mis padres que también los quiero y a mi mis amigos lo mismo. Nada más, adiós. Posdata: Encuentren al culpable. Adiós. Sara.”

jueves, 29 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 8

Capítulo 8

Sonó el timbre de la puerta. Una voz avisadora se aproximaba con un ruido de ruedas de silla. Don Juan abrió la puerta y tras ella estaban Jorge y Javier, los policías. Don Juan quedó extrañado por la visita de los agentes y les dijo: “¿Otra vez están por aquí?, ¿No os dije todo lo que querían saber?”. “No, olvidó algo importante” respondió rápidamente Javier. Don Juan les invitó a pasar. Entraron a la sala y se sentaron cada uno en una silla de madera que estaban alrededor de una mesa redonda, Don Juan permanecía en la silla de ruedas. “Ustedes dirán” dijo Don Juan. Javier preguntó: “Usted aseguró que el asesino de Manuel era David, ¿no es así?”. “Sí, sí, estoy seguro” respondió Don Juan. “Pues si está usted tan seguro ¿Cómo es que su hermano ha confesado haber matado a su hermano?, ¿no sería más normal que usted lo hubiera visto a él que a David, ya que Jesús sí es el asesino?” dijo el policía. Don Juan quedó mirando hacia abajo sin decir ni una sola palabra. Finalmente el policía dijo: “Señor, usted no vio a David ¿verdad?”. “No” respondió Don Juan aún con la cabeza baja. “Y entonces, ¿Por qué dijo que era él quien lo había matado?” preguntó Javier. Don Juan tragó saliva y contó: “Hace dieciocho años iba yo con mi coche cuando por en medio de la calle se cruzó un niño de tan sólo dos años, para no atropellarlo, di un volantazo y mi coche fue a dar contra un árbol quedando siniestro total. Ese niño al ver aquello señalaba al coche y reía. Ese niño era David. El accidente fue tan grave que quedé gravemente herido, perdiendo la sensibilidad y la movilidad de cintura para abajo” Don Juan levantó la cabeza “¿y aún cree usted que no tengo motivos para querer acabar con él?”. Javier le respondió: “Sí, aún lo creo”. “¿Pero es que no ve lo que David me ha hecho? Ese accidente fue por su culpa, por su culpa me he llevado casi diecisiete años sin salir de casa, por su culpa me he perdido tener descendencia, por su culpa he sido un muerto en vida, sin más mundo que el de mi casa y el que veía a través de mi ventana.”. “Una historia conmovedora sí señor, pero como usted mismo ha dicho fue un accidente y si usted hubiera dado el volantazo para otro lado o hubiera ido atento a lo que tenía que ir no hubiera pasado” dijo Javier. “Márchense de mi casa por favor, déjenme solo, si tienen que detenerme o lo que sea ahora no, quiero estar solo aunque mañana vengan y me encierren, así cambiaría de mundo, total, llevo toda la vida sin vivir por culpa de David, que no vivir un poco más tampoco me va a matar, ahora largaos”. Javier y Jorge se levantaron y cuando llegaron a la puerta Javier se volvió y dijo: “David no tuvo la culpa, usted no ha vivido porque no ha querido, no culpe a alguien de que le ha quitado algo que usted se ha negado a sí mismo”. Se dio la vuelta hacia la puerta y Don Juan le dijo: “Deje la puerta encajada, la asistenta está al llegar”. Javier y Jorge salieron de la casa dejando la puerta abierta. Don Juan quitó el seguro de su silla y se dirigió hacia la ventana mirando la calle.

Sola con un agente de la policía detrás suya, despeinada, llorando y temblorosa estaba Sara en el despacho de Javier dispuesta para su interrogatorio. Llegaron Javier y Jorge y se sentaron cada uno en su lugar. Javier miró a Sara y le dijo: “¿Cómo estás?”. Sara, con la mirada perdida le dijo: “¿Cómo quieres que esté habiéndome acusado de algo que no he hecho?”. Javier se acomodó en la silla y dijo: “Sara, Jesús a confesado ser el autor del crimen, pero dice que lo hico porque tú se lo dijiste”. Sara se asombró y dijo: “¿Cómo? ¿Qué yo le dije que matara a Manuel?”. “Eso dijo. Dijo que él está enamorado de ti y que tú también de él y que con Manuel no podréis estar juntos, así que le pediste que lo matara” dijo el policía. “Pero es absurdo, como voy a querer yo a Jesús, yo amo a Manuel, Jesús es sólo mi cuñado, no es más, aunque ahora sí, ahora es el asesino”. “Sara, hasta un juicio tendrás que permanecer aquí en los calabozos, sobre ti pesa una acusación demasiado grave para dejarte en libertad” dijo Javier. “¿Cómo? ¿Qué me encierran? no pueden, soy inocente, yo no hice nada, yo estaba hablando por Messenger con David cuando pasó todo, no fui yo, todo es un invento de Jesús.” dijo gritando y llorando Sara. Javier dio órdenes para que se la llevaran a los calabozos.
Por el pasillo mientras se la llevaban, ella gritaba aún y lloraba repitiendo una y otra vez: “¡No es justo, yo no fui, soy inocente!”.
Jorge preguntó a Javier: “Jefe, se le ve muy afectada, ¿usted cree que Jesús se ha inventado todo?”. Javier respondió: “Yo ya no sé que creer, a mí este caso me está dando dolor de cabeza, anda, vámonos a tomarnos una tila para calmar los nervios, o mejor dicho, un camión de tila”. Ambos policías se dirigieron a la puerta y salieron del despacho.

Las Cuatro Rosas 7

Capítulo 7

Sobre un escuálido catre pegado a la pared iluminado por los primeros rayos del sol que entraban a través de las rejas de la ventana estaba acostado David, con su uniforme de presidiario y despierto muy despierto, pues no podía conciliar el sueño debido a lo que le estaba pasando. Pensaba que ahora Sara lo odiaría porque estaba acusado de asesinar a su novio. Llevaba sin dormir desde que llegó a la cárcel, quizás era la pena de Sara o quizás los remordimientos porque él quiso matar a Manuel, sólo que él sólo pensaba, nunca pensó en matarlo de verdad.
Se abrió la puerta, era un agente de policía que le dijo: “Chaval, eres libre, vete”. David se sentó en el catre sorprendido y le preguntó al policía: “Pero, ¿Cómo es eso? ¿Han encontrado al asesino?”. Sí, chaval, sí, cámbiate de ropa y lárgate de aquí” le dijo el policía haciendo gestos con las manos para que se diera prisa. “Pero, ¿Quién es?” insistió David mientras se vestía con la ropa de paisano. “Mira chaval, no te lo puedo decir, yo sólo soy un mandao, no sé nada más” contestó el policía. “Vale, vale” dijo David mientras se terminaba de vestir y salía de la celda.

“Pero, ¿Cómo que por amor?” dijo el policía que no podía creer lo que estaba escuchando “¿Estás enamorado de su novia o qué?”. “Sí” respondió subiendo la cabeza y mirando al policía. “Pero, ¿tanto amor sientes por Sara que has sido capaz de matar a tu propio hermano?” insistió el policía. “Sí” respondió escueta pero contundentemente Jesús. “Pero Sara está destrozada, ¿Para qué quieres hacerle daño si a ti no te querrá nunca?” insistió el policía. “Sí, sí que me quiere a mí, ella me lo ha dicho de hecho…” Jesús bajó la cabeza y se calló. El policía le preguntó: “¿De hecho qué?”. “No diré nada” dijo Jesús. El policía se enfadó y le gritó a Jesús: “Mira, Jesús, estás siendo interrogado por la policía, más vale que colabores chaval o acabarás aún peor”. Jesús finalmente tras un rato pensativo dijo: “Sara me dijo que ella también me amaba, pero que Manuel era lo que nos impedía estar juntos, que sólo con su muerte podríamos ser felices los dos, y que por favor acabara con él”. “¿Cuándo ocurrió eso?” preguntó el policía acomodándose en la silla. “La otra noche, la anterior al asesinato” respondió Jesús. “Pero, ¿dónde te lo dijo Sara” preguntó el policía. “Fue a través del Messenger” respondió Jesús. “Ah” dijo el policía “una pregunta, ¿Y Ana?”. Jesús respondió: “¿Ana? a Ana la dejaría en cualquier momento, sólo estoy con ella por pena, al principio estaba enamorado pero ya no, es insoportable, claro que ahora como la pille me la cargo, chivarse de tu novio ¡Qué vergüenza!”. “Estás amenazando a Ana en presencia de la policía, esto te puede costar aún más años de cárcel. En cuanto a lo de Sara, no creo que estés mintiendo, si mintieras no te hubieras declarado culpable” dijo el policía. “No miento, Sara me dijo que lo matara y yo me siento un traidor, pero ahora que me han cogido a mí, a ella también la cogen”.

Por la mañana temprano, Sara salía de su casa camino del trabajo intentando recuperar su vida normal cuando llegaron a la puerta de su casa los dos policías, el comisario Javier García y el agente Jorge Muñoz. Sara al verlos les dijo: “Hola agentes, ¿Traéis novedades?”. Javier la agarro del brazo y colocándole las esposas le dijo: “Sí señora, quedas detenida por el asesinato de Manuel García” Sara quedó pálida y se desmayó siendo sujetada por los dos policías.

martes, 27 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 6

Capítulo 6

A solas con sus sueños en aquella casa, la número 1 de la Plaza de las Rosas estaba Jesús, acostado en su cama con una camiseta sin mangas roja que ya sólo usaba para dormir debido a la gran cantidad de manchas que albergaba, y unos pantalones cortos también rojos pertenecientes a una equitación de baloncesto cuya camiseta desapareció misteriosamente del armario.
El silencio hacía acto de presencia en aquella casa, sólo el respirar de Jesús se atrevía a levantar la voz al todopoderoso silencio. Una ventana abierta con una cortina que volaba a sus anchas movida por el viento desprendía un sonido de grillos cantores que amenizaban con su eterno recital a todos los rincones de la plaza. Pero el recital se silenció con la llegada de un coche que llegó despacio a la plaza, aparcó en doble fila, detrás de unos coches que había ya aparcados. De él salieron dos hombres enchaquetados, el comisario Javier García y el agente Jorge Muñoz. Salieron del automóvil rápidamente y se dirigieron al número 1 de la plaza. Llamaron a la puerta con los nudillos, pero nadie ni nada contestaba, volvieron a insistir esta vez más fuertemente y se oyó de fondo: “Ya voy”. Era Jesús que bajaba las escaleras para abrir la puerta. Abrió la puerta y Jorge le colocó las esposas mientras Javier le decía: “Queda usted detenido por el asesinato de Manuel García”. Jesús bajó la cabeza sorprendido y dijo: “No puede ser, tiene que haber un error, no puede ser”. “Sí, sí, eso tendrás que demostrarlo, por el momento vente con nosotros anda” Dijo Javier cerrando la puerta de la casa y dirigiéndose al coche teniendo a Jesús agarrado por un brazo. Lo metieron en el coche y se marcharon de allí camino a la comisaría.

Llegaron a la comisaría y se dirigieron los tres al despacho de Javier. Javier se sentó en su silla, Jorge cerró la puerta con el seguro y le quitó las esposas a Jesús, éste se sentó en la silla de enfrente de Javier y Jorge al lado suya. Javier miró a los ojos a Jesús y le dijo: “Tenemos pruebas que te acusan del asesinato de tu hermano”. Jesús miró con aires de superioridad a Javier: “¿Ah sí?... vaya, vaya, la policía ha hecho su trabajo, ha investigado y ha dado conmigo. No me lo creo, quizás no hayáis investigado sino que os han dado el soplo”. Javier se mostraba confundido ante la actitud de aquel hombre que se mostraba desafiante y chulo cuando lo normal sería sentirse aterrado. Javier dijo: “De tu actitud deduzco que eres el culpable, un inocente nunca desafiaría así a la policía si supiera que está acusado de algo tan grave”. Jesús miró a los policías y se echó a reír diciendo: “Puede ser, sí, o puede ser que esté tan seguro de que estáis equivocados que no tengo ni porqué estar nervioso”. Javier dijo dando un golpe en la mesa y levantándose de la silla apoyándose en la mesa con las manos : “Me importa un carajo lo que hagas o dejes de hacer y si estoy equivocado o no, pero ahora estás en mi despacho y responderás a lo que yo diga, y según lo que yo diga estarás en la cárcel o en tu casa”. Javier se sentó y seriamente le dijo a Jesús: “Escúchame, Ana, tu novia ha encontrado ropa con sangre de tu hermano en tu casa, la ropa es la que identificó el testigo, Don Juan, abrigo negro largo y gorro. Sólo falta someterte a unas pruebas para determinar si el sudor del gorro te pertenece, claro que si confiesas no hace falta hacerlas”. Jesús levantó la vista, miró a Javier a los ojos y a Jorge y mirando para arriba dijo: “No hace falta que haga las pruebas, fui yo quien lo hice. ¿Para qué mentir? me han descubierto, debí limpiar la ropa antes, es cierto, es un error, aunque el mayor error fue el de hacerme novio de una chivata a la que me voy a cargar en cuanto salga de aquí, porque ¿Qué tiempo estaré en la cárcel? ¿Años, meses, días, horas? Cuando salga la mataré, igual que maté a mi hermano”. Javier miró a los ojos de Jesús y le preguntó: “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué mató a su hermano?”. Jesús miró hacia abajo y respondió en voz baja mientras se miraba los nudillos: “La verdad es que fue por amor”.

domingo, 25 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 5

“Venga, date prisa que tenemos que ir a ver si el David este tiene otro abrigo o no” Dijo el policía a su compañero. “Voy jefe” respondió el compañero metiendo una libreta y un bolígrafo en el bolsillo interno de la chaqueta. Al llegar a la puerta de la comisaría de policía entró una chica histérica, vestida con un chándal y unas zapatillas de andar por casa, tenía el pelo alborotado y un delantal. En su mano derecha portaba una bolsa grande de plástico. Se acercó al policía y le dijo mirándole a los ojos con voz cansada: “Señor, estoy asustada, creo saber quien mató Manuel García”. El policía se sorprendió, e invitó a la chica a que se sentara en una silla de su despacho. “Dígame, señorita, ¿Quién cree usted que es el asesino de Manuel? ¿Y Por qué lo cree?” Dijo el policía sentado en su sillón mientras su compañero tomaba nota sentado en una silla al lado de la suya. La chica estaba nerviosa, asustada, angustiada por todo, parecía que le costaba hablar, pero finalmente dijo: “Creo que el asesino es” La chica tragó saliva y miró al suelo “Jesús, creo que es él”. El policía se sorprendió aún más y dijo: “Pero Jesús es el hermano de Manuel ¿no?”. “Sí, sí, lo es” respondió rápidamente la chica. “Pero ¿Por qué cree usted que es que es él el asesino? Preguntó el policía. “Verá usted, la madre de Manuel y Jesús, María está hospitalizada debido a la fuerte impresión de saber que su hijo había sido asesinado. Desde entonces me ocupo de las tareas de la casa y esta mañana, al ir a poner la lavadora, busqué en el dormitorio de Jesús, encontré esta bolsa de plástico de la que asomaba una manga negra, saqué la prenda y la olí para saber si estaba sucia o no, lo estaba pero al darle la vuelta vi que estaba toda llena de sangre” Contó la chica. El policía insistió: “¿Ha traído la prenda?”. “Sí, sí, claro, aquí está” la chica colocó la bolsa que llevaba encima de la mesa. El policía se colocó unos guantes y la abrió, efectivamente, ahí había un abrigo negro manchado de sangre y un gorro. Volvió a meter las prendas en la bolsa y se las dio a su compañero diciendo: “Que las analicen, quiero saber si esa sangre es de Manuel” El policía hizo una parada para pensar y dijo: “Pero… si la sangre coincidiera no tendría por qué ser el asesino, al fin y al cabo son hermanos y puede ser también la sangre de Jesús”. “No” apresuró a decir la chica “Manuel y Jesús son hermanos, pero sólo de madre, Manuel tiene un grupo sanguíneo diferente del de Jesús”. “¿Cómo es que usted sabe tanto sobre ellos?” Preguntó el policía sospechando. La chica bajó la cabeza y dijo: “Soy Ana, la novia de Jesús, comprenderá que para mí no es fácil acusar a mi novio de esto, lo estoy pasando fatal” Ana rompió a llorar y el policía se levantó de su sillón, anduvo hasta ella y le puso la mano en la espalda diciéndole: “No se preocupe, ha hecho lo correcto”. Después se dirigió a su compañero y le dijo: “Lleva esto al laboratorio y diles que cuando tengan los resultados me llamen inmediatamente”. Se dio la vuelta y le dijo a Ana: “Señorita, márchese a su casa, nosotros nos encargamos de todo”. “No puedo, tengo miedo” dijo Ana mientras aún lloraba “si Jesús descubre que esa bolsa no está en su casa irá a buscarme y cuando sepa que sé que él mató a su hermano me matará a mí”. “Tranquila, un compañero estará con usted” dijo el policía. Dicho esto, salió del despacho dejando dentro a Ana, sentada en la misma silla llorando y limpiándose las lágrimas con el delantal que llevaba.

Eran las tres de la madrugada, todo estaba en silencio. Una camisa blanca envejecía sobre una silla de madera al borde de la cama. El silencio reinaba en aquella habitación hasta que de pronto un teléfono sonó. El policía, con un pantalón azul de pijama, se levantó corriendo y fue desde su habitación hasta el salón principal de su casa para coger el teléfono. Lo descolgó y se escuchó: “Comisario García, aquí tenemos los resultados de las pruebas de ADN que usted nos mandó hacer”. El comisario se sentó en el sofá y dijo frotándose los ojos para despertarse: “¿Y cuales son los resultados?”. “El ADN de la sangre del abrigo coincide con el de Manuel, pero el sudor del gorro no coincide con él”. El policía quedó pensativo y dijo: “Vale, muchas gracias, adiós” y colgó el teléfono. Quedó un rato pensativo hasta que descolgó el teléfono. “Dígame” se escuchó al otro lado del hilo telefónico con una voz llena de sueño que tardó en contestar a la llamada. El policía dijo: “Jorge, vístete, estoy allí en media hora”. “¿Quién eres?” preguntó Jorge. El policía respondió enfadado: “¿Quién voy a ser?, soy yo Javier García, el comisario Javier García”. Jorge se levantó de la cama y dijo: “Perdone señor, no le había reconocido la voz… ¿Para qué viene a buscarme”. El policía dijo: “Para jugar una partida al dominó, no te jode, ¿para que va a ser?” gritó Javier “Vamos a por Jesús García, así que no hay nada que hablar, vístase y despéjese que en media hora estoy allí”. Javier colgó y se fue al cuarto de baño para tomar una ducha antes de salir a por Jesús.
Jorge colgó el teléfono y dijo: “Menudo carácter tiene el cabrón, si no fuera porque me paga bien le iban a dar por culo”. Se destapó y se sentó en la cama encendiendo la lamparilla. Vestía sólo unos calzones hasta medio muslo ajustados. Finalmente se levantó, entró en el cuarto de bañó, se echó agua en la cara y mirándose al espejo dijo: “Vamos a por Jesús”

Las Cuatro Rosas 4

Capítulo 4

“Seré breve, sé que usted es el culpable, pero tengo que preguntarle, es mi trabajo, ¿Usted mató a Manuel?” Preguntó el policía sentado justo en frente de David en una sala en la que la decoración brillaba por su ausencia. Sólo una mesa de madera y dos sillas viejas servían de mobiliario para la sala del interrogatorio. David agachó la cabeza mirándose sus manos entrelazadas y dijo en voz baja: “Sí pero no”. El policía se irritó y le preguntó gritándole con insistencia: “¿Cómo que sí pero no?, no entiendo, vamos a ver ¿lo mató o no lo mató?”. David respondió: “No lo maté, aunque mucho tiempo he estado acostándome con la idea de matarlo, deseaba su muerte. Pero no lo hice, yo no fui, se que Don Juan me ha acusado, pero yo no fui, yo estuve hablando con Sara, la novia de Manuel, cuando se produjo el crimen”. El policía volvió a preguntar: “¿Por qué quería usted matarlo? “Porque estoy enamorado de su novia, y me mataba la idea de que él fuera quien la besara, de que él la abrazara, de que a él le dijera te quiero. ¿No le parecen a usted razones para querer hacerlo?” Respondió David. “Mire tenemos que dejarle aquí, está acusado de asesinato, iremos a interrogar a más personas, pero hasta entonces, usted estará en prisión” sentenció el policía colocándose la chaqueta y saliendo de la sala. Antes de salir, David lo miró a los ojos y le dijo: “Soy inocente, está usted cometiendo un error”. El policía le contestó con otra mirada diciendo: “Ya veremos”. Cerró la puerta y un par de policías se llevaron a David de la sala.

Sara estaba sola en casa, sus padres habían salido a hacer la compra semanal. Todo estaba en silencio cuando de pronto llamaron a la puerta. Sara abrió y se encontró al policía. “Hola, ¿le puedo hacer unas preguntas?” dijo el policía. Sara contestó invitándolo a pasar con un gesto con la mano: “Sí, pase y pregunte”. Se sentaron en la sala, Sara en un sofá de estampados de flores de colores y el policía en un sillón rojo antiguo. El policía preguntó a la joven mientras apuntaba en su libreta la futura respuesta: “David nos ha dicho que estuvo hablando con usted a la hora del crimen, si lo corrobora saldrá en libertad”. Sara respondió: “No sé si ha sido David, sólo sé que a la hora del asesinato él se ausentó durante unos minutos y volvió, luego llegó la policía. Lo que hizo en el tiempo en el que estuvo ausente no lo sé, pero quiero creer que no fue quien lo mató”. “O sea, que crees que lo mató” Dijo el policía. “No lo sé, sólo se que David está enamorado de mí y que le producía dolor ver a Manuel, quizás los celos y el dolor lo llevaran a matarlo, pero…” Sara paró un momento y rompió a llorar “No sé, quiero creer que de tanto que dice que me quiere, respetara a quien me hace feliz, pero no estoy segura. Conozco a David de hace poco, no sé si es o no violento, no sé nada sobre él.”. “No se preocupe Sara, seguiremos investigando para saber quien es el asesino, cualquier noticia se la comunicaremos” respondió el policía. Sara se secó las lágrimas con la manga de la camisa. El policía se levantó y se marchó, Sara rompió a llorar de nuevo mientras abrazaba un cojín del sofá.

“Perdone que le moleste pero tenemos una conversación pendiente, ¿No cree?” dijo el policía nada más entrar en el número 2 de la plaza de las rosas. Esta vez no iba sólo, lo acompañaba otro compañero que en este caso tomaba notas mientras él preguntaba. “Creo que le di toda la información que necesitaba” dijo Don Juan. “Pues ya ve que no” respondió el policía “Cuénteme todo lo que pasó aquella noche”. Don Juan contestó mientras se daba la vuelta mirando hacia la ventana: “Anoche, como todas las noches me asomé a la ventana para concentrarme en mis pensamientos y no en la mierda de programación de prime time de la televisión. Ví salir a Manuel y a su novia de casa del número 1, se montaron en un coche y se fueron. Al poco rato volvió Manuel, salió del coche y David salió de entre las sombras y le asestó tres puñaladas, llamé a la policía y mientras llegaba contemplé el cadáver.”. “ ¿Y está usted seguro que de el asesino es David?”, preguntó el policía. “Claro que sí” respondió enfadado Don Juan “Iba con un abrigo negro largo y un gorro, cuando llegó la policía salió para aparentar que se enteraba de lo que pasaba con la misma ropa”. “Pero si hubiera salido con la misma ropa estaría cubierto de sangre y la gente hubiera sospechado” dijo el policía. “Ahí lleva usted razón, cuando salió no había sangre en la ropa, la ropa estaba limpia, me estuve fijando bien para ver qué hacía” Don Juan se llevó las manos a la cabeza confundido “Pero le vi la cara claramente, estoy seguro de que era David… ¿cómo hizo para no estar lleno de sangre?... Quizás tiene dos abrigos iguales, no sé, pero era David, seguro que sí”. “De acuerdo señor, muchas gracias, con su testimonio no hace más que complicar las cosas, todo parecía indicar que el caso estaba totalmente cerrado, pero la ropa es una prueba que lo exculpa” dijo el policía dirigiéndose a la puerta. “Vaya a su casa y pregunte a su madre si David tenía dos abrigos iguales, puede ser que todo fuera planeado” Gritó Don Juan desde su silla. El policía respondió: “Está bien, hablaremos con su madre mañana, pase usted una buena noche”. El policía cerró la puerta y se fue. Al salir, su compañero le preguntó: “Señor, ¿Quién cree usted que fue?” “Todo apunta al muchacho, pero este hombre parece muy seguro, incluso aún sabiendo que se equivoca” sentenció el policía colocándose bien el abrigo.

sábado, 24 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 3

Capítulo 3

“Buenas tardes, le acompaño en el sentimiento” dijo David a María al entrar en la sala del tanatorio donde estaba siendo velado el cuerpo sin vida de Manuel. Sara estaba allí, sentada al lado del ataúd, estaba vestida negro impoluto y llevaba unas gafas de sol para ocultar sus ojos, hinchados de tanto llorar. Estaba con los hombros encogidos y la cabeza baja, inmóvil, sin hacer ni el más mínimo gesto. David se le acercó y le dijo: “Sara, estoy contigo, siento mucho lo que ha pasado, pero no te apures, la policía ya está investigando el crimen”. Sara levantó la cabeza y le dijo a David: “Y ¿De qué me sirve a mí que la policía investigue? Nadie me devolverá a Manuel, nadie, porque el asesino está vivo, pero Manuel no, Manuel no.”. “Sara, para todo lo que necesites estoy aquí, somos amigos” dijo David intentando contener las lágrimas. “Gracias David, de corazón gracias y perdóname si no te contesto como debiera, es sólo que ni yo misma sé qué va a ser de mi vida”, dos lágrimas le asomaron por debajo de las gafas. David abrazó y dio un beso en la frente a Sara. Se sentó en una silla que estaba delante justamente del ataúd. Al poco tiempo salió de la sala camino de los servicios. Al entrar David en los servicios entró en la sala Don Juan, que había salido de su encierro voluntario para ir al velatorio de la persona cuyo asesinato había presenciado. Se acercó con su silla de ruedas hasta María, José y Sara y les dio el pésame. Acomodó su silla en un rincón y se quedó allí, mirando el féretro con la mirada fija, recordando lo desgraciadamente visto mientras un suspiro se le escapó.
David salió del servicio y fue al bar a tomar algo. Don Juan intentaba recordar quien era el asesino, le había visto perfectamente la cara, le era familiar pero su mente aún no sabía con claridad quien era, no sabía ponerle aún nombre y apellido al asesino.

La puerta se abrió y entró un hombre vestido con un traje de chaqueta negro, una camisa negra y una corbata negra, era el llamado “hombre negro”, era el policía encargado de llevar la investigación adelante. Se dirigió en primer lugar a los familiares y amigos de Manuel y les dio el pésame. Una vez cumplido el protocolo, se dirigió a Don Juan y le dijo en tono serio: “Me han informado de que es usted quien avisó a la policía y quien presenció el asesinato”. “Sí soy yo” - respondió Don Juan - “Estaba como cada noche mirando por la ventana, vi que Manuel fue a llevar a su novia a casa y que llegó, de pronto un hombre salió de las sombras del número tres y le dio varias puñaladas, aunque sólo vi la primera porque inmediatamente llame a la policía”. “Ajá” - el policía asintió con la cabeza y apuntó en una pequeña libreta con un bolígrafo – “¿Puede usted identificar al asesino?”. “No, no puedo, su cara me es familiar pero no consigo caer en quien es, y créame, llevo toda la noche intentando averiguarlo”
Ana entró en la sala y se fue directa a hablar con Sara: “Hola Sara, te acompaño en el sentimiento, ¿Cómo estás?”. Sara le respondió levantando la cabeza “Dentro de lo que cabe, yo estoy bien, pero Manuel está muerto”. “Tranquila Sara, ya verás como encuentran al asesino”.
“¿Seguro que no recuerda quien es?” insistía el policía a Don Juan. “Pues claro que estoy seguro, quiero que ese hijo de puta esté en la cárcel por lo que ha hecho, si supiera quien es se lo habría dicho ¿No cree?” respondió Don Juan.
David salió del bar, Ana lo vio y se fue en busca suya. “Hola David, ¿Qué haces aquí?” preguntó Ana. “Pues ya ves, en el velatorio de Manuel, aunque más bien estoy para acompañar a Sara, ya sabes, ¿y tú?” dijo David. “David, soy la novia del hermano de Manuel, que menos que acompañarlo en estos duros momentos” dijo Ana, a lo que David respondió: “Ah. si, si, disculpa, a veces olvido que eres su novia, como se os ve poco juntos”.
“Haga un esfuerzo por recordar señor, usted tiene en su mano la llave del caso” volvía a insistir el policía.
“Bueno, parece que llega Jesús, voy con él, que tiene que estar pasándolo fatal” dijo Ana. “Sí, es lo que tienes que hacer, ya hablaremos en otro momento” le dijo David. Ana se fue hacia Jesús que acababa de llegar vestido con una chupa de cuero negro y unos pantalones vaqueros rotos.
Don Juan miró al fondo de la habitación con los ojos desorbitados y la boca abierta como si hubiera visto un fantasma, estaba tan asustado que no podía casi ni articular palabra. El policía al verlo así le preguntó: “¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?”. “Sí, sí, estoy bien” respondió en voz baja Don Juan “¿Usted quería saber quien es el asesino? Ahí lo tiene” Señaló a David entre los presentes. “¿Está usted seguro?” le preguntó el policía. Don Juan respondió: “Por supuesto que lo estoy, venga, corra a arrestarlo, ese es el asesino, aún recuerdo su cara perfectamente como miraba a los lados”. El policía se levantó, se acercó a David, le puso las esposas y le dijo: “Queda usted arrestado por el asesinato de Manuel García”. “¿Qué, qué? debe haber un error, yo soy inocente” gritó David. “El único testigo del crimen lo ha delatado, no hay duda”. “Pero no puede ser, yo estaba viendo un videoclip, no soy yo quien lo maté, no soy yo, soy inocente” seguía gritando. El policía se llevó a David mientras éste gritaba que era inocente.
Mientras era llevado fuera de la sala, David vio como Sara se levantaba, se quitaba las gafas y lo miraba, con una mirada tan penetrante como hiriente. Entonces supo que él era el culpable.

miércoles, 21 de mayo de 2008

La Verdadera Wendy...

Dedicado a una "gran profesora":

Guardo silencio por no gritar
la incompetencia de la amiga de Peter Pan
que cortó a Campanilla sus armas de volar
para dejarla en el mundo de nunca jamás.
Un mundo de donde ni ella sabe salir
de donde vuelan estrellas del seguidor de abril
con dulces cantos de aquella falda verde feliz
que Wendy en su mundo de desconcierto quiso mentir.

Las Cuatro Rosas 2


Capítulo 2


David estaba sentado con los codos apoyados sobre el escritorio pendiente de la ventana, sin quitar ojo de la escena que tenía lugar en la plaza. Manuel y Sara salían del número 1 cogidos de la mano entre besos y abrazos dirigiéndose al coche de Manuel que estaba aparcado justo delante de la plaza, plaza perfectamente visible desde la ventana de David. En un abrazo, David vio como Sara subía la vista hacia su ventana, lo veía, sonreía y besaba a Manuel. David creyó que se quedaba ciego, pues por un instante no vio más que las lágrimas que brotaron de sus ojos, apretó los puños de la rabia, ardía en deseos de eliminar a ese que besaba a su amada, quería que ella fuera para él, no para su vecino. Cerró la ventana y se sentó a mirar la televisión. Al poco tiempo, Sara ya había llegado a su casa y se había conectado para hablar a través del Messenger. Nada más ver la ventana de aviso, David se apresuró a saludar como normalmente lo hacía: “Allô, guapa” a lo que Sara siempre contestaba: “Hello, you”. Y así nada más empezar a hablar, David dijo: “Espérame un momento, ahora hablamos, que voy a hacer una cosilla, no tardo”. Dicho esto, se puso el estado de “Volveré enseguida” y salió de la habitación mientras al otro lado de la pantalla, Sara esperaba que regresara.


La noche estaba tranquila en el exterior, no había un soplo de aire, pero sí un soplo de vida, el inquilino del número 2, Don Juan, postrado en una silla de ruedas y negado a salir a la calle. Estaba allí sentado en su balcón mirando la plaza como casi todas las noches. De pronto un coche llegó, era Manuel. Aparcó en la misma plaza en la que se encontraba antes su coche, ya que debido a la hora ningún otro vehículo había ocupado ese lugar. Se bajó del coche seguido por un coro de grillos que rompían el silencio de aquella noche y por la mirada de Don Juan. De entre las sombras de la casa número tres salió un hombre con un abrigo largo negro y un gorro que se dirigía hacia Manuel. Llegó enfrente suya y sin mediar palabra sacó un cuchillo y lo apuñaló tres veces, una en el abdomen, una en el corazón y la otra en el cuello. El cuchillo entraba por el cuerpo del individuo de igual manera que las gaviotas entran en el mar para captar a su presa salpicando rojas gotas de agua vital que hacían un mar de muerte en el suelo de la plaza. Cada vez que hundía el cuchillo en el cuerpo de Manuel, miraba a los lados para que nadie lo viera y lo apuñalaba una vez más. Creía que nadie lo había visto, porque Don Juan, al ver la primera puñalada había ido hasta el teléfono para llamar a la policía. Una vez apuñalado Manuel, el asesino se ocultó de nuevo corriendo en las sombras dejando a Manuel tendido en el suelo en un charco de sangre que se esparcía por la plaza y por su ropa. Estaba muerto. La puñalada del abdomen había traspasado el estómago, la del cuello había salido por la parte posterior del mismo y la del pecho había atravesado el corazón. Tenía los ojos abiertos, mirando sin mirar a un punto fijo. La boca estaba entreabierta y de ella fluía un riachuelo de sangre que iba a parar al mar sangriento del suelo. Allí, sólo con el eco de los pasos de su asesino y de los gritos, que hicieron enmudecer a los grillos cantores, que aún resonaban por las esquinas, aunque en el sitio que más resonaban era en la cabeza de Don Juan que no podía creer lo que había visto.


“He vuelto” dijo David en el Messenger a Sara, “Perdóname si he tardado un poco, yo creí que iba a ser todo más ligero”. “No te preocupes” respondió Sara. De pronto, David, vio como las luces del número 1 y 2 se encendían y sus inquilinos se asomaban a las ventanas. Escuchó como llegaban coches de policía y ambulancias. “Algo ha pasado aquí, ha llegado la policía y la ambulancia, aparte, la gente está asomada a la ventana” dijo David. “No sé, ve a informarte de qué ha pasado, corre y me cuentas” respondió Sara. David cogió su abrigo largo negro y su gorro para resguardarse del frío, su teléfono móvil que hacía las veces de reloj, las llaves y salió a la plaza. Nada más salir vio como María, la madre de Manuel corría desesperadamente envuelta en una bata de flores, seguida por su marido José. Mientras corría gritaba: “¡Mi niño, mi niño!”. Al avanzar un poco, miró hacia el suelo y cayó desmayada sin llegar a caer, ya que su marido, con los ojos desencajados la sujetaba de la cintura. David siguió andando y vio como en el suelo estaba Manuel, muerto, rodeado de sangre, con tres puñaladas de las que emanaba sangre y más sangre. David no podía creer lo que veía, sus ojos se abrieron más de lo que él pensaba que podían hacerlo y su garganta se negó a darle algún sonido. No podía pensar en nada que no fuera Sara, ella estaba enamorada de Manuel y le iba a tocar a él darle la triste noticia. Poco después, habiéndolo desalojado la policía, llamó a Sara. Sara lo cogió y digo: “David, ¿Qué pasa? ¿Por qué no vuelves? ¿Qué ha pasado ahí?”. David no sabía que decir, no sabía como decirle a su amiga que su novio había sido asesinado. “Sara, escucha, no he podido volver porque en la plaza ha habido un asesinato” dijo David con un hilo de voz. Sara respondió impaciente y con voz de extrañeza: “¿Un asesinato? ¿Quién ha muerto?”. “Ha muerto….” dijo David tragando saliva para coger valor “Manuel, ha muerto Manuel”. Al otro lado del teléfono sólo se escuchaba el silencio y una respiración entrecortada, propia de un dolor tan grande que impedía al llanto hacer acto de presencia, un hilo de voz entrecortada se oyó al otro lado del aparato: “Manuel”. “Sí, Manuel, de verdad Sara lo siento mucho” respondió David. “Manuel, Manuel” Sara se repetía una y otra vez el nombre en signo inequívoco de que estaba aún intentando hacerse a la idea de que Manuel había sido asesinado. “De verdad, Sara, sé como te sientes” dijo David para consolarla. Sara rompió a llorar y gritó: “Tú no sabes nada, miles de ilusiones, años de amor, proyectos que teníamos en mente, todo se ha ido a la mierda, todo, todo… Nunca podré amar tanto a nadie como amo a Manuel, y sé que ese amor perdurará siempre, he tenido la suerte de ser correspondida y ¿para qué? para nada, para hacerme vanas ilusiones que ahora me pesan como una losa, porque ya no existe nada, ya no hay futuro, todo, todo lo que quiero está muerto, no tengo a nadie con quien hacer mis sueños realidad. Tú no sabes lo que es perder a la persona amada, no sabes lo que es renunciar a un amor, no lo sabes”. Sara colgó y David le respondió con la mirada perdida y dos lágrimas que le recorrían las mejillas: “Sí que sé lo que es perder un amor y renunciar a él, es lo que siento cuando te veo”.
David se fue a su casa a intentar dormir un poco, pero todos los esfuerzos fueron en vano. No podía dejar de pensar en que Manuel había muerto. Esa noticia le entristecía, pero a la vez le daba esperanza de que ahora que Manuel no estaba, Sara podría enamorarse de él. Estaba aterrado, había un asesino en su barrio, habían matado a su vecino, pero lo que más le aterraba era la idea de que en cierto modo estaba alegre por la muerte de Manuel.

martes, 20 de mayo de 2008

Las Cuatro Rosas 1

Capítulo 1

La luna llena reinaba en aquel cielo negro adornado con un bordado de estrellas, de todos los tamaños, más o menos brillantes, pero todas conformando un dibujo del espacio que servía de guía a los marineros y de inspiración a los bohemios. Corría una suave brisa veraniega que refrescaba el cálido ambiente de todo el día. El silencio era ese habitante que paseaba impunemente por las calles oscuras, iluminadas con la tenue luz de alguna farola antigua. En el número 3 de la Plaza de las Rosas todas las ventanas estaban en la más oscura penumbra menos una, la correspondiente a la habitación de David. Esa noche, David se había quedado hablando a través del Messenger con su amiga Sara a la que había conocido hacía unos meses al iniciar el nuevo curso escolar. David estaba sentado sobre su silla verde de escritorio, tenía los codos y antebrazos posados sobre los reposa-brazos de la silla y escribía sus pensamientos con total suavidad posando los dedos sobre el teclado intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a sus padres. Llevaba puesta una camiseta sin mangas, debido al calor reinante típico del mes de agosto, de color negro y un pantalón corto, hasta poco más arriba de la rodilla, de color celeste pálido. Miraba fijamente a la pantalla de su ordenador, allí estaba la imagen a través de la Web Cam de su amiga Sara que vestía una camiseta de tirantes roja con unas letras blancas en las que ponía “Soy Yo”.
La conversación una vez más era intensa, resultado de una amistad enorme que se había ido fraguando con los meses de convivencia. Siempre hablando de la vida de Sara, ya que ella hablaba y él escuchaba y aconsejaba. Pero esa noche a Sara le salió la periodista de corazón que llevaba dentro y fue directa al grano con una pregunta: “¿Quién es tu novia?” Tras este mensaje Sara procedió a aclarar: “Llevamos ya varios meses conociéndonos bien a fondo, y aún no sé quien es tu novia, y sé que tienes porque tienes cara de enamorado”.
Tras varios segundos de silencio en blanco, David se dispuso a contestar. Tocaba las teclas con cierto temblor propio de un nerviosismo más que evidente, cada palabra que escribía estaba llena de más miedo que carga semántica. Al fin contestó: “No, no tengo novia, pero no te equivocas cuando dices que estoy enamorado, porque sí lo estoy” “¿De quién?”, respondió rápidamente Sara. De nuevo David tardaba en contestar, pero finalmente dijo: “De ti, hace ya unos meses que estoy enamorado de ti”. Ahora el silencio procedía de las manos de Sara que finalmente teclearon: “Jo… no sé que decir, me coge de sorpresa, yo creí que te gustaba Ana. De verdad, yo te quiero mucho, muchísimo, pero sólo como amigo, porque, ya sabes, mi novio es Manuel”. David contestó con el pulso firme y lágrimas en los ojos: “Lo sé, vive en el número 1 y cada día al levantarme y abrir la ventana veo su casa y recuerdo quien es él y quien soy yo. Hace unos meses que no me lavo la cara, me seco las lágrimas. Es muy duro que lo último y lo primero que vea de mi calle cada día, sea lo que más dolor me causa en el mundo”. Sara quedó en silencio durante unos minutos pensando en lo que su amigo le había dicho y finalmente escribió: “David, si te hago sufrir quizás lo mejor sea que dejemos de ser amigos”. “¡No!” respondió rápidamente David, “No digas eso, no lo hagas por favor, verás, nadie sabe esto, pero te voy a contar algo… Hace como cinco años me enamoré locamente de una chavala que conocí gracias a un amigo y ella parecía corresponderme, hasta que un día, sin venir a cuento me besó, yo creí que éramos novios, pero al día siguiente apareció en la plaza con su novia, llevaba un año con ella, mi beso sólo fue un juego para ella, a ella le gustaban las mujeres y aún sabiendo lo mucho que la quería siguió jugando conmigo como con un juguete que con el tiempo irá a parar a otras manos o a la basura. Decidí entonces romper toda relación con ella, y no tuve ni amor ni amistad, no quiero que eso me pase ahora, no quiero volver a sufrir la pérdida de una persona amada. A mí no me importa llorar por las mañanas o por las noches pensando en que estás en la casa de enfrente besándote con Manuel mientras yo me muero de angustia aquí, eso no me importa si al menos sé que cuento con tu amistad, porque eso bien merece una lágrima o mil cada día.” Sara le respondió: “Dios David, no sabía que lo habías pasado tan mal en la vida, de verdad, yo siento mucho que estés pasando por estos momentos tan difíciles, pero entiéndelo, tú eres sólo mi amigo y Manuel es mi novio y eso no va a cambiar nunca”. “Lo sé, lo sé, claro que lo sé, ¿Qué crees? Eso es lo último y lo primero que pienso cada día” respondió David. “Creo que es mejor dejar las cosas tal y como están siendo sólo amigos y esperando que el tiempo remiende tu corazón descosido” dijo Sara para terminar la conversación, “Bueno, me voy a acostar ya que mañana que quedado temprano con Manuel, adiós, un beso”. Sara cerró cesión y David quedó allí mirando el hueco que antes ocupaba la Web Cam y por el que había visto que su amiga se asombraba e incluso se entristecía al haberse declarado él. Durante dos largos minutos estuvo allí, mirando la pantalla. Poco a poco fue girando la cabeza hasta dar con sus ojos en la ventana a través de la cual vio una casa, el número 1 de la Plaza de las Rosas. Bajó la vista nublada de lágrimas hacia el suelo pensando en que su amor nunca tendrá respuesta del corazón de Sara, ya que ésta respondió hace algún tiempo.
Se secó las lágrimas con su camiseta. Apagó el ordenador y se fue a la cama, donde empapó la almohada de sudor y lágrimas. Pensaba antes de dormir, como cada noche: “Mañana será otro día, mañana serán otras lágrimas, mañana desearé de nuevo matar a la primera rosa”.

lunes, 19 de mayo de 2008

Días de verano

Una canción que me encanta de Amaral en su disco "Pájaros en la cabeza", no es otra que "Días de verano"

No quedan días de verano para pedirte perdón
para borrar del pasado el daño que te hice yo.
Sin besos de despedida y sin palabras bonitas
porque te miro a los ojos y no me sale la voz

Si pienso en tí siento que esta vida no es justa
Si pienso en tí y en la luz
de esa mirada tuya

No me quedan días de verano el viento se las llevó
un cielo de nubes negras cubría el último adiós
fue sentir de repente tu ausencia como un eclipse de sol
¿por qué no vas a mi vera?

Si pienso en ti siento que esta vida no es justa
Si pienso en ti y en la luz de esa mirada tuya
esa mirada tuyaaaa...

Es de esos días de verano
vivo en el reino de soledad
nunca vas a saber como me siento
nadie va a adivinar como te recuerdo

Si pienso en tí siento que esta vida no es justa
Si pienso en tí y esa mirada tuya
esa mirada tuya
No me quedan días de verano...
No me quedan días de verano...
No me quedan días de verano...
No me quedan días de verano.

[Amaral]



domingo, 18 de mayo de 2008

Con repique de campanas

El pasado mes de enero publiqué en el fotolog esta letra que hice. La publiqué como si fuera un simple poema de esos que hago, pero en realidad es una copla que hice siguiendo la música de Pepe Martínez de la comparsa con la letra de Joaquín Quiñones "En propia mano" de 2002.

Con repique de campanas
camina a los altares con sonrisa
en la cara
lucía un traje de cola
y un velo que tapa su mirada
caminando despacito
sobre una alfombra roja
de color de terciopelo
que decía a cada paso
no te quiero.
En el altar, le esperaba su calvario
y ante una cruz puso alianzas en su cuello
pa asfixiarlo
un beso de mentiras y de llantos
sirvió como de muerte una sentencia
ya no había madre ni padrino
sólo calaveras en la iglesia
y del brazo del amor de muerte
salió aquella tarde de la iglesia
han pasado cuatro años
y entra dentro de una caja
sin color en sus mejillas
y de fondo el repique de campanas.


Este audio es el acompañamiento musical que lleva esta letra. Es el acompañamiento no la melodía en sí.


sábado, 17 de mayo de 2008

Magia

Aquí una canción del último disco de Iván Ferreiro que lleva por nombre "Mentiroso, mentiroso". Una canción que me encanta desde que escuché el disco (que por cierto es muy bueno).

Magia que se posaba en nuestras manos.
Magia volando sobre los tejados.
Magia que nos juramos que duraría para siempre.
Magia que nunca engaña pero miente.
Magia de las palabras a los hechos.
Magia hasta quedarnos sin aliento.
Bendita magia..

Magia para evitar lo inevitable.
Magia para olvidar lo fácil que se olvida como por arte de magia.
Y hubo magia que borró todas las pisadas.
Magia dolía mucho y no fue nada.
Magia que todo acaba.
Y ahora te empiezo a echar de menos.
Magia que salió como una paloma de algún sombrero.

Magia que volverá para salvarnos.
Magia en otros cuerpos y otras manos.
Magia de equivocarnos
y nadie quiso hacerse daño.
Magia es un gramo de maldad.
Magia, oh, magia..

y nadie quiso hacerse daño...
y nadie quiso hacerse daño...
yo nunca quise hacerte daño.

[Iván Ferreiro]



viernes, 16 de mayo de 2008

Reflexiones 2

Ahí van una nueva recopilación de comentarios en el fotolog de una amiga que al fin y al cabo sólo son reflexiones. Anteriormente ya puse otros, éstos son más:


Si supiera el árbol de las ramificaciones los secretos que sabe mi almohada quizás dejara de crecer, o quizas suguiera haciéndolo intentando penetrar en mi cama en la forma de almohada para conocer más secretos y ayudarme a comprenderlos. Esos secretos tan secretos que ni mi mente sabe encontrarles significados, son mis secretos secretos para mí. Quizás el hilo y la caña sepan pescar en mi la respuesta, la solución a mis secretos y descubrirlos ante mi. Los secretos tan secretos que guardan mis secretos son tan secretos que esconde secretos para su dueño... pero no para su almohada ni las ramas de su árbol...

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Viejas o nuevas canciones, viejos o nuevos puentes, viejas o nuevas sombras. Pero ¿Qué es viejo? Viejo sólo es lo que se cae o lo que queremos hacer viejo, nada es viejo por sí solo, al igual que nadie es fuerte, todos tenemos un punto débil, sólo que hay quien lo tiene más presente en su día a día y otros que no tanto, pero al fin y al cabo todos, o casi todos, hemos manchado la almohada de lluvia.
Mírate reflejada en el río desde el puente, el puente está por encima del río y tú por encima del puente, eres dominante de la situación, aunque en el fondo la situación te domina llevándote al fondo del mar donde está tu silueta dominando.
Ningún desahogo es inoportuno, lo inoportuno es no desahogarse. Canta, baila, chilla, llora, ríe, escribe, pero expulsa de tí todo lo malo que al final lograrás desahogarte.

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Las cosas salen mal por todo el abecedario porque la vida no es más que un cúmulo de letras que tenemos, las que salen mal, y las que deseamos, que salen bien, pero mucho me temo que de las que salen bien y deseamos hay más bien pocas formando la vida.

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Sólo tienes que negar con la cabeza y con tus actos aquello o aquellos que o quienes te hicieron sufrir, no permitas que nada te haga pasarlo mal ni negar nada a nada ni a nadie.
Tu pasado es tuyo y de las personas con las que lo compartiste, se puede olvidar, pero en el fondo seguro que no se olvida, porque si algo fue sincero olvidarlo es sólo la prueba de que no lo fue.
El presente es el día a día tuyo, esa monotonía que puede ser dulce o amarga dependiendo el día, el estado de ánimo, etc. pero por si algún día se olvida, mejor olvidar cosas teniendo la sensación dehaber sido feliz en cada momento.
El futuro es algo incierto, tanto como el instante, como el tiempo, lo único seguro es que tenemos futuro, cada segundo que vendrá es futuro, cada palabra siguiente que voy a escribir y que vas a leer es futuro y el presente tiene repercusión en él porque él está esperando cada instante para recibirte con los brazos abiertos.

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No hay que sentirse dueño de nada ni de nadie, porque cuando te des cuenta de que no tienes aquello que creías se pasa muy mal. Lo mejor es disfrutar de casa momento, de cada minuto, nada más, para que pensar en lo que fue y lo que será, vivamos el presente y saquemos lo mejor, sí lo tiene, claro, si no lo tiene, sólo queda pensar que despues vendrá la sonrisa.

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Hay cosas, personas, circunstancias, hechos, situaciones, que nos hacen a veces sentir alegres y otras tristes, o las dos cosas a la vez, es extraño pero pasa, y más a menudo de lo que debiera, se está demasiado triste para reir pero demasiado alegre para llorar...

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El desorden no es más que un orden aleatorio de los sentimientos y emociones, por tanto el desorden implica orden, el desorden es lo natural, la naturaleza no es ordenada, es de reparto aleatorio de cosas, por tanto si eres natural, el desorden irá contigo, el orden no es más que una manera más que tiene el ser humano de transformar la realidad.

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Moisés no hizo más que acatar las órdenes que le dictaron, dio con el palo en el agua y el mar se abrió. El ordenante no hizo nada, se las dio de sabio al saber hacer un milagro, Moisés, sin embargo, sufrió la chulería del ordenante, porque él no tuvo el mérito de salvar a su pueblo, sino de saber llamar al jefe en el momento oportuno. Digamos que Moisés es un secretario eficiente del "Paraíso S.A".

jueves, 15 de mayo de 2008

Paso de cebra

Paso de cebra a otra acera
de la de la vida a la de la muerte
de la de la cordura a la de la loca certera
de la de la miseria a la de la falsa suerte.
Pasos de cebra entre dos mundos distintos
mundos de colores y mundos blanco y negro
mundos de algodones y mundos de piedras de molino
mundos de oasis y agua y mundos de seco desierto.
Paso entre dos vidas, dos aceras, dos mundos,
un paso de cebra, una cebra que cruza por el paso vagabundo
como aquella repulsión del viaje del trotamundos
que siempre acaba en el mismo puerto nauseabundo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

La oscuridad de la luz

Hace un tiempo, casi dos meses, colgué en el fotolog que comparto con mi amigo gadi (el__columpio) esta reflexión que aún hoy sigue significando mucho para mí y me sigue llenando y alumbrando. Esta es:

Un minuto más en la sombra y acabaré encontrando la luz que me haga ver la bombilla que me tenía cegado en la oscuridad de la luz. Esa misma luz tan clara que hace confundir las cosas ante la idea de que la realidad no puede ser tan clara y dolorosa como parece ser. Pero al fin y al cabo la claridad no es más que la confusión de los deseos y la afirmación de las realidades.

La foto es la misma que en su momento colgué en el fotolog sólo que poniendo el rincón del Pater.

martes, 13 de mayo de 2008

Déjese de sermones

Sobran las palabras al escuchar, o leer, esta copla de Don Antonio Martínez Ares. La eutanasia es un tema muy tocado por todos los medios, prensa, literatura, televisión, cine; pero a mí la que más me llega es esta copla con todo el sentimiento que, sabe inculcarle Martínez Ares a sus coplas, hace una gran crítica a la iglesia católica por su postura ante la eutanasia. La última frase lo dice todo.

Déjese de sermones
que pienso lo contrario.
Esta vida es la mía
y más que vida es un calvario.
Ya sé que la eutanasia
no figura entre sus sacramentos.
No me hable más del cielo
que yo conozco el Infierno.
Mi universo es una cama,
cuatro paredes y una ventana,
que me retienen como a un esclavo.
Mi futuro y mi presente
es un cuerpo roto que nada siente,
yo soy la risa de los gusanos.
No me recete más padrenuestros,
déme una dosis de sueño eterno.
Me acojo a mi libertad,
al derecho de terminar
con mis noches y con mis días.
Me aferro a la sinrazón
de acabar con un corazón,
cansado por la agonía.
Pa mi mujer y pa mis hijos
soy sólo un trozo de carne.
Como va a ser un asesino,
alguien que puede salvarme.
Salga de mi habitación,
su presencia me da dolor,
largo con su paraíso.
Si fuera un amigo en verdad,
ay del quinto mandamiento.
Para usted su religión,
yo no comulgo con un Dios
que deja vivo a los muertos.

[Antonio Martínez Ares]



lunes, 12 de mayo de 2008

El norte ha perdido el norte

El norte miraba con la tristeza más fría
el punto fijo de una flecha que señalaba
al rostro pálido que él mismo camuflaba
adornado con sol cálido de mediodía.
El norte ha perdido el norte púrpura
se cansó de mirar atentamente
la flecha que señala lo que siente
de en sus manos la azul brújula.
Siempre mirando a sí mismo en el cristal
en la punta de la flecha enamorada de él
que le señala con la mirada fija del desdén
que el norte ni el sur sabe donde está.
De tanto mirar esa flecha que obsesionada
le seguía el círculo de su estela fría
se creyó que sur, este, y oeste ni existía
más allá de la flecha azul y su mirada.

viernes, 9 de mayo de 2008

Tan sólo son sinvergüenzas

Este es un pasodoble que escribí para la "Chirigota Virtual 2007 (Las Pimpollas)". Tuve el honor de que me escogieran una letra, pero (por la mala elección de las letras a cantar en preliminares y un grupo que no lo dio todo en ese pase) no pude escucharla en el Gran Teatro Falla. Aún recuerdo aquella tarde cuando vi en el foro que había actualizado con un pasodoble y cuplés nuevos. Entré en el repertorio y allí vi "Tan sólo son sinvergüenzas" y mi nombre. Tuve que leerlo varias veces porque no me lo creía.

Tan sólo son sinvergüenzas...
no les puedo dar otro nombre
a esos que insultos profesan
a otra mujeres y hombres.
A personas fallecidas
que la desgracia y deshonra
que han tenido en esta vida
el ser personas famosas
Rocío Jurado,
Lola Flores y muchas otras
son juzgadas en la gloria...
son juzgadas en la gloria.
Por cuatro mataos
se han quedao sólo vivas
olvidando de su vida
el arte que han derrochao.
¡¡Por cuatro mataos!!
Que por cobrar
creen que son dioses sin leyes
con millones de por medio,
esos que se creen amigos
y orgullosos están de serlo.
Si fueran buenos amigos
hasta la muerte yo pido
honra y paz para el que falta.
Hoy por la tele
hay periodistas sin su carrera
que creen que lo saben todo
y les digo yo a la cara
lo que dijo Lola Flores:
"Dáis pena, penita pena"



miércoles, 7 de mayo de 2008

La soledad de los recuerdos

Este relato es la continuación de "¿Por qué?":


... Ya estoy dentro, ¿Qué es esto? es todo una habitación blanca, no hay muebles, no hay adornos, no hay nada, sólo pared que se mezcla con el techo y con el suelo de tal forma que no se sabe donde está el comienzo y el fin de cada uno. Tengo miedo de andar, no sé si es grande, no sé si es pequeño, no sé si a dos pasos más adelante llegaré al fin y me chocaré con algo. ¿Qué hago? ¿Qué es esto? no lo sé, sólo se me ocurre gritar para ver si alguien me puede oír e indicarme la salida. No, espera, pero si acabo de entrar, la puerta por la que entré tiene que estar detrás de mí. No está, ¿Qué ha pasado? no hay puerta, estoy en medio de la nada, todo es blanco, todo es brillante, todo está vació, no hay a mi alrededor más que el aire que respiro. Quizás sea mejor así, por lo menos aquí no huyo de nada, sólo miro, pero ¿Qué miro? donde mire todo es igual, no hay nada que marque una diferencia. “¡¿Hay alguien?!” ya está, ya he gritado, pero habrá alguien que me responda, seguro que sí, es cuestión de esperar. Escucho una respiración pero por todas partes, ¿de dónde viene? “Hola, Alejandro”. “¿Qué es esa voz? ¿Quién eres? ¿Dónde estás?, da la cara”. “Tranquilo chaval, no soy nadie a quien puedas temer, ni a quien puedas ver, no te voy a hacer daño, tú sólo mira”. “¿Donde? todo es igual”. “No, tu mantén los ojos bien abiertos y verás”. Esto es muy extraño, no sé que pasará, dice que no tema, ¿me debo fiar de esa voz?.Tengo miedo, mucho miedo, ¿qué tengo que ver?, yo no veo nada, nada más que blanco. Espera veo algo. Es mi padre, está conmigo jugando a las canicas en el porche de casa, se me ha ido una canica por la alcantarilla, es la que me regaló cuando vino de Francia, le tenía mucho cariño, dice que se lo encontró a los pies de la Torre Eiffel. Si hubiera jugado bien, en lugar de enfadado aquel día porque mi padre había tardado un día más en volver de su viaje por Malta, no la hubiera perdido. Pero ya no hay vuelta atrás, precisamente tuve que perder aquella. ¿Por qué está esto reflejado en la pared? Es algo que creía olvidado, y dice que no me haría daño, menuda pamplina, esto hace más daño que cualquier otra cosa. No me porté bien, eché las culpas a mi padre de aquello, aunque lo hice yo, y creo que fue conscientemente, quería dar una lección a mi padre, pero fue una lección a mí mismo. ¿Por qué tengo de pronto tantas ganas de llorar?. “Llora tranquilo Alejandro, sólo quería que lo hicieras y te dieras cuenta de qué es lo que pasa cuando uno echa la vista atrás pensando solo en una cosa, sin nada más, todo en blanco menos un recuerdo, la ruptura con tu padre.” Otra vez esa voz, pero lleva razón, ahí fue donde mi padre y yo nos distanciamos, nunca entendí que él no estuviera todos los días en casa como los padres normales, yo no quería un padre que me trajera regalos de donde viniera, quería un padre que estuviera conmigo para vivir la vida. No veo nada, me secaré las lágrimas… ¿Qué es eso? la pared se está abriendo sólo hay oscuridad, está muy negro. Supongo que tengo que entrar, pero está muy oscuro no veo nada. Hace frío ahí, ¿Qué habrá?...

Sus nudillos

Un pasodoble que escribí para la chirigota linense "Las que dan el cante (por detrás y por delante)" pero que no lo cogieron para meterlo en el repertorio porque no lo iban a entender. Yo creo que se entiende perfectamente:

Sus nudillos golpeó
la puerta del corazón
y de par en par se abrieron
y un viento sopló y sopló
hasta que del corazón
ese viento se hizo dueño.
Ese viento del amor
que inundó mi corazón
ha grabado en sus paredes
un nombre y un corazón,
unos labios y una flor
y los ojos de quien quieres.
Se vuelven los blanco y negro de mil colores
las flores ya van floreciendo
y van desprendiendo olores.
Los ojos, van reluciendo los brillos
como estrellas en el cielo
que acompañan a la luna,
la luna que o te habla o en silencio
pasa noches y va mirando
como brillan las alturas.
Sopla ese viento en mi pecho,
sopla llevando mi vida,
sopla no se por qué tiempo,
yo no se si el viento
saldrá de repente
o si se queda en mi alma
cerrando la puerta
y soplando pa siempre.


martes, 6 de mayo de 2008

Pisar y mirar los recuerdos

Miremos el suelo que pisamos
pero no pisemos el suelo que miramos.
Mirar y pisar, pisar y mirar
pisar sin mirar, mirar sin pisar.
Los recuerdos no se pisan,
los recuerdos no se lloran,
los recuerdos no se odian,
los recuerdos no se envidian.
Los recuerdos son colores,
adoquines y enlosados,
los recuerdos son cañones
de naranja pintados.
Los recuerdos son aquellos
que se pisan a cada instante,
los recuerdos son misterios
que la solución encontraste.
Todo pasado fue mejor,
eso no es una realidad,
lo mejor no es el pasado,
es poderlo recordar.

No pisemos el pasado,
no pisemos el presente,
no pisemos el futuro
y miremos a la vida
aunque lo visto sea duro.

El tiempo se puede parar

El video de una canción de Suarma que me gustó mucho, muy tranquilita, pa relajarse: